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viernes, 30 de octubre de 2015

Cinco genocidas con pedido de captura fueron apresados el día de la elección.

Detuvieron a represores cuando fueron a votar el domingo

Intentaron ser tomados como simples jubilados que se acercaron a las respectivas escuelas para emitir su sufragio. Se sentían libres, impunes y con ganas de terminar de una vez por todas con esta etapa histórica que tanto los perjudicó. Al menos cinco represores que tenían pedido de captura por su rol durante el terrorismo de Estado fueron apresados el domingo en sus lugares de votación. La justicia los sorprendió, paradójicamente, en pleno acto democrático.

El genocida Bernardo Caballero, alias Ángel, imputado en la megacausa Campo de Mayo fue detenido por orden de la jueza federal de San Martín, Alicia Vence. Tenía pedido de captura pero no había sido localizado. Está acusado de actuar en El Campito, el centro clandestino de detención que funcionó en la gran guarnición castrense durante la represión. Fue trasladado a los tribunales de aquella localidad bonaerense donde el martes fue indagado. Se negó a declarar.

Por otro lado, por orden de Daniel Rafecas, titular del Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 3 de la Capital donde se investigan los crímenes en el Primer Cuerpo de Ejército, otros cuatro genocidas, integrantes del Ejército, fueron apresados el mismo día antes de elegir la boleta. Uno de ellos fue el coronel Eduardo Cubas que fue interceptado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) en una escuela de Bella Vista, Corrientes.

Los cuatro detenidos están imputados en la causa "Vesubio" por su rol en la masacre de Monte Grande que ocurrió en mayo de 1977. Se trató de un operativo en el que un grupo de 16 secuestrados fue trasladado a una casa de esa localidad para simular una reunión de militantes de diferentes organizaciones (un absurdo) y así justificar un supuesto "enfrentamiento". Todos fueron fusilados. Al igual que Caballero, los acusados tenían pedido de detención pero no habían sido ubicados por las fuerzas de seguridad con anterioridad.

Franco Mizrahi 29 de Octubre de 2015

viernes, 19 de diciembre de 2014

Tibias condenas por los crímenes en el ccd y e El Vesubio

El Tribunal Oral Federal N° 4 sentenció a los genocidas Jorge Crespi, Federico Minucucci, Néstor Cendón y Gustavo Adolfo Cacivio a la pena de prisión perpetua por su participación en el centro clandestino El Vesubio.

Los cuatro represores fueron condenados como co autores de los delitos de privación ilegítima de la libertad, homicidios, violaciones y tomentos. No obstante, el tribunal no hizo lugar a la solicitud de la querella de Justicia Ya!, que solicitó la condena por genocidio, a pesar de que el país ha incorporado tratados que hacen aplicable esa calificación. La decisión de evitar ese encuadramiento excede el plano jurídico. Un plan sistemático de exterminio encabezado por las Fuerzas Armadas que deja un saldo de 30.000 desaparecidos es un genocidio, si es que las palabras aun conservan algún valor. La resistencia judicial a darle ese encuadramiento a los crímenes de la dictadura implican un encubrimiento de la historia de nuestro país.

Por otra parte, el tribunal hizo lugar a la ampliación de acusación solicitada por homicidios, -entre ellos, los de Julio Diego Guagnini, hijo de la fallecida dirigente de familiares Cata Guagnini, y de Luis Pérez, de Vanguardia Comunista-, pero sólo aceptó incorporar dos casos de delitos sexuales de los once que fueron denunciados por los sobrevivientes en el curso del debate.

Por último, el TOF 4 decidió mantener la prisión domiciliaria de Minicucci y Crespi, a pesar de la solicitud de cumplimiento efectivo de condena en cárcel común. Uno de los genocidas acusados, José Faustino Svencionis, falleció pocos días antes del alegato de nuestra querella.

En el campo de concentración El Vesubio, participaron una centena de genocidas. El listado de represores fue entregado por los compañeros ex detenidos desaparecidos sobrevivientes a la Justicia a penas reiniciados los juicios por los crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, entre el primer juicio por esta causa -que tuvo sentencia en 2011- y este que acaba de finalizar, fueron juzgados apenas once genocidas. El juez de instrucción a cargo, Daniel Rafecas, aún no elevó a juicio estas actuaciones por lo que un nuevo tramo de la causa, que se realizará en no menos de dos años.

La justicia a cuentagotas garantiza impunidad.
(apel)

sábado, 29 de noviembre de 2014

Juicio Vesubio II: Alegato de Justicia Ya!

La querella de Justicia Ya! que representa, entre otros, a la Asociación de ex detenidos desaparecidos, la Asociación Anahí y la AGD-UBA concluyó hoy el alegato donde pidió se condene a prisión perpetua por genocidio a Gustavo Adolfo Cacivio, Néstor Norberto Cendón y Federico Antonio Minicucci, en el marco del juicio Vesubio II.

El debate oral fue por 204 casos de compañeros detenidos desaparecidos que estuvieron secuestrados en el CCDTyE EL Vesubio ubicado en Ricchieri y Camino de Cintura.


Los abogados de la querella, Liliana Alaniz (APeL) y Mariano Delli Quadri (CADEP) requirieron condena por genocidio y manifestaron que los delitos sexuales son al igual que la tortura, la desaparición forzosa y el homicidio parte de los delitos que lo constituyeron.

Al mismo tiempo puso de manifiesto que es obligación del estado de dar cuenta de lo ocurrido con cada uno de los compañeros, resaltando que cuenta con las herramientas necesarias para proceder a la apertura de los archivos de la dictadura. “Abiertos los archivos, sabremos, quiénes fueron los responsables, donde están los hijos y qué ocurrió con los compañeros desaparecidos.”

En el cierre, se rindió un homenaje a la compañera Catalina Guagnini, fundadora de Familiares de detenidos por razones políticas y militante del Partido Obrero, quien murió en 2004, sin saber qué fue de su hijo Diego,  caso en este juicio, y en ella a todos aquellos que no cejaron en la lucha.

“Cata Guagnini  abrazó la causa y la militancia organizada en el socialismo revolucionario, mientras desplegaba su lucha decidida por las libertades y contra la opresión dictatorial, que le sustrajo no solo a Diego, sino también a su otro hijo, Luis.

 Pero nunca trazó una línea divisoria entre una y otra lucha. En definitiva, detrás del crimen, de la desaparición y de la tortura estaba un régimen social fundado en la explotación del hombre por el hombre.”, recordó Alaniz.

Destacando que durante la dictadura hubo una militancia activa que la enfrentó, homenajeamos a todos los luchadores obreros, socialistas y revolucionarios y a todos los militantes populares que la combatieron, por la independencia frente al Estado y la lucha contra la cooptación de los movimientos de derechos humanos.

Coronel Cacivio: “Acá yo soy el amo y señor de la vida”

Abrumadores testimonios durante el alegato de la querella por los juicios de lesa humanidad perpetrados en el centro clandestino de detención El Vesubio.

La Querella que agrupa a varias agrupaciones de derechos humanos, el jueves 20 de noviembre, acuso por delito de genocidio y pidió prisión perpetua para los imputados Gustavo “El Frances” Cacivio, Néstor “Castro” Cendón, Federico  Minicucci y Jorge Crespi  por 204 casos de detenidos desaparecidos que pasaron por el centro clandestino de detención y exterminio que se encontraba en Autopista Ricchieri y Camino de Cintura, conocido  como  El Vesubio.
El Vesubio  fue escenario de aberraciones inhumanas, que en un extraño y atroz modo justificaban su accionar en una especie de aleación que  fundía  una supuesta postura ideológica y con la exaltación por la fe cristiana sostenida en el antisemitismo, donde los abusos sexuales contra las jóvenes detenidas se desataban continuamente, representando una forma de exterminio en sí misma. Más allá de que el jefe del Vesubio, el coronel Cacivio, se mostrara en contra de este tipo de abuso “en este lugar no se viola, porque  en este lugar yo busco mantener la vida moral y cristiana. Mataría a quien te violo”, se lo oyó decir frente a una detenida, que había sido tan brutalmente violada que orinaba sangre.
Cacivio era apodado “El Frances” y fue la persona que decidía sobre la vida y la muerte en el Vesubio, era quien  afirmaba “acá yo soy el amo y señor de la vida, así que canta”. La acusación contempla 27 casos de homicidios y 11 casos de abusos sexuales.

Había que destruir por dentro, con la carne no bastaba, era necesario degradar hasta deshumanizar, agudizar la humillación hasta el quebranto, vulnerar todo lo que sea posible vulnerar, con desfigurar los rostros de las mujeres y cubrir de picana y  golpes los cuerpos no alcanzaba, los verdugos debían ir por mas…
“Ustedes son el demoño y por eso las vamos a castigar”, “judía hija de puta que elegís picana o violación?” la voz de la querella detonaba contra los oídos de los presentes. Los testimonios continuaron “si no hablas, va a venir el Oso que es especialista en violación”, “trajeron una jaula con una rata, me la pusieron  en la panza y me dijeron que estaba hambrienta y que si no les daba  un nombre me la iban a meter por la vagina para que me coma por dentro”. Hubo un especial ensañamiento con las mujeres, que en muchos casos sofrieron embarazos y abortos forzados, la violencia sexual era una práctica habitual.
“tenía 12 años, acecinaron a mi madre y me secuestraron. Cuando abusaron de mi estaba transitando mi segunda menstruación”
Los alegatos crudos, soltados por la querella, ocupaban el Salón de Usos Múltiples de los tribunales federales de Comodoro Py 2002, recordando la materialización del espanto perpetrado por el propio Estado Nacional en manos de una dictadura cívico  militar, que combatía eso que  llamaban “la subversión”, mediante tormentos que resultan muy difíciles de emparentar con su tan mentada fe cristiana.

La audiencia fue presenciada por Jorge Watts, sobreviviente del Vesubio, ex militante de Vanguardia Comunista y primer testigo de la querella en los primeros juicios del centro clandestino de detención de La Matanza, en 2010. “Esta es la segunda parte de los juicios del Vesubio y hay una tercera que está en instrucción a cargo del Juez Daniel Rafecas, ahí hay más identificados que aun no están detenidos” marco Watts, quien también afirmo que “ hasta ahora hemos condenado a casi 600 represores, lo que  es muy poco, porque en el país entre el 75 y el 83 funcionaron 600 centros clandestinos de detención, es decir, condenamos a menos de 1 por centro y según nuestras investigaciones hay 20.000 implicados en participación directa, entre fuerzas armadas y fuerzas de seguridad”.

El periplo atravesado por los ex detenidos, sus familiares y los organismos de derechos humanos sufrió numerosos vaivenes durante el transcurso de la democracia, desde los primeros juicios, durante 1983, pasando por las leyes obediencia debida, el punto final y la posterior reapertura de los juicios, a partir de 2003.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Inician alegatos de las querellas por los crímenes cometidos en el ccd y e El Vesubio

Minicucci, uno de los jefes del centro de exterminio El Vesubio
Pedido de prisión perpetua para cinco

Cuatro militares retirados y un ex miembro del Servicio Penitenciario Federal están siendo juzgados por secuestros y torturas a más de 200 víctimas que estuvieron en el centro clandestino de detención que funcionó en La Matanza.

 Por Ailín Bullentini

La querella unificada que comparten el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el equipo jurídico KAOS y los abogados Pablo Llonto y Liliana Mazzea solicitó al Tribunal Oral Federal número 4 que pene con prisión perpetua a cuatro militares retirados y un ex miembro del Servicio Penitenciario Federal por secuestros y torturas cometidos contra más de 200 víctimas en el marco del segundo juicio que se lleva a cabo por delitos de lesa humanidad sucedidos en El Vesubio, centro clandestino de detención que funcionó en La Matanza, corazón del oeste bonaerense. En el alegato también se exigió que se investigue la complicidad del ex capellán del Ejército Emilio Graselli y la comisión de delitos contra la propiedad contemporáneos a las violaciones a los derechos humanos.

“Consideramos que la hipótesis acusatoria que planteamos al requerir la elevación a juicio ha sido corroborada a lo largo del debate: todos los imputados deben ser condenados por delitos de lesa humanidad”, advirtió la querella al iniciar su alegato. La exposición, de más de 100 hojas, recorrió particularidades de algunos entre las decenas de casos representados por la parte, explicó el funcionamiento del centro clandestino y los roles de los imputados en el plan clandestino de represión. Los secuestros, las torturas y tormentos, los delitos sexuales, la discriminación y los homicidios constituyeron una misma “unidad de acción” de los imputados dentro de El Vesubio.

Gustavo Cacivio y Jorge Crespi cumplieron tareas de inteligencia para el Ejército. Crespi, de sobrenombre Teco, fue jefe de esa área en la brigada décima, bajo cuya órbita funcionó El Vesubio, y titular de la Central de Reunión de Información, una base de datos respecto de militantes que unificaba la labor de inteligencia de toda la zona. Cacivio fue jefe del centro clandestino de detención en análisis, pero no fue el único espacio en el que se desempeñó como brazo operativo del terrorismo de Estado durante la última dictadura. Hace un mes fue condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos en La Cacha.

Federico Minicucci y Faustino Svencionis fueron jefes de Area del Regimiento III General Belgrano con asiento en La Tablada. Tuvieron, según el alegato, “responsabilidad directa e indelegable de las actividades” que sucedieron en el marco de la por los genocidas llamada lucha contra la subversión. Svencionis falleció el jueves, pero la querella unificada solicitó condena para él en función del “derecho a la verdad de las víctimas”. Néstor Cendón fue nombrado subayudante con funciones en la Dirección General del Cuerpo Penitenciario y mantuvo ese cargo hasta el cierre del centro clandestino. Su alias era Castro. Para todos, la querella pidió prisión perpetua. Además, solicitó que ordene una investigación sobre la responsabilidad de Graselli en lo sucedido en El Vesubio, así como los delitos contra la propiedad. “De los relatos escuchados en el juicio surge que las casas de las víctimas fueron saqueadas, que en muchas oportunidades se quedaron con las propiedades, que pedían dinero a cambio de la liberación de los familiares que finalmente no se producía”, explicaron desde el CELS.

martes, 11 de noviembre de 2014

"Se pudo probar que Haroldo Conti pasó por El Vesubio"

LA RETAGUARDIA

Lo aseguró la fiscal Gabriela Sosti en diálogo con el programa radial Oral Y Público. Sosti culminó el jueves su alegato en este segundo tramo de la causa Vesubio. Allí se juzga a cinco represores por los delitos de lesa humanidad cometidos contra 204 víctimas. La fiscal contó qué dijo en la audiencia y explicó por qué se detuvo especialmente en el caso del escritor Haroldo Conti. Por este sitio macabro también pasaron Raymundo Gleyzer y Héctor Oesterheld.

El juicio que comenzó el 13 de febrero de este año está ingresando en su última etapa. En su alegato, los representantes del Ministerio Público Fiscal, Alejandro Alagia y Gabriela Sosti, pidieron prisión perpetua para los cinco imputados en este tramo de la causa. Se trata del coronel Gustavo Adolfo Cacivio (jefe del centro clandestino), el ex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón (que pertenecía al Batallón de Inteligencia 601 del Ejército); Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis (ex jefes de área militar); y Jorge Raúl Crespi (ex jefe de la Central de Reunión de Inteligencia, que funcionó en el regimiento de La Tablada). Además los fiscales solicitaron la revocación del arresto domiciliario con el que se encuentra beneficiado Minicucci.

Juzgando a las jefaturas

En diálogo con Oral y Público, la fiscal federal Gabriela Sosti afirmó que estos cinco imputados son apenas un emergente mínimo de lo que fue todo este sistema que todavía no se ha podido terminar de deconstruir: “es un sistema genocida, un proyecto genocida que se manejó a partir de la clandestinidad, por eso somos como arqueólogos trabajando a partir de la hermenéutica, tratando de deconstruir todo eso que sucedió. Lo que ocurre con todas estas causas es que se despliegan a partir de etapas, como si Vesubio hubiese tenido varios momentos, cuando en realidad Vesubio fue un tiempo en particular, la dinámica procesal de la justicia penal hace que haya como tramos Vesubio I, Vesubio II y eventualmente un Vesubio III. Este sería como el Vesubio II donde se juzgan otros represores que co-existieron con los que fueron condenados en el juicio anterior. Lo que logré intentar dar cuenta en este caso es que la instancia Vesubio tuvo que ver con una dinámica global, que no tenía que ver solamente con Vesubio sino con lo que fue la represión en la subzona 11, que incluyó otros centros clandestinos. Vesubio fue apenas un ejemplo de la represión de esa zona que tenía como objetivo destruir y aniquilar a la columna sur de Montoneros”.

Sobre la labor que debe llevar adelante la fiscalía al momento de alegar en un juicio que involucra una causa con tramos anteriores que ya han recibido sentencia, Sosti explicó: “en este juicio, por ejemplo, había que desplegar la misma cantidad de hechos, la misma plataforma fáctica, que en el juicio anterior fue probado. Pero la sentencia de Vesubio I no está firme, esta es una cuestión procesal con lo cual en la medida que una sentencia no esté firme uno tiene que volver a probar. Entonces eso técnicamente hay que volver a trabajarlo”.

De todos modos, la fiscal remarcó que lo que sucedió en este segundo tramo es que se dio otra dimensión simbólica en muchas cuestiones: “se trabajó sobre lo ya construido, sobre lo ya acreditado pero hubo otras cuestiones que acreditar, fundamentalmente la imputación de estos nuevos imputados que tiene una dimensión completamente diferente a los imputados en el juicio anterior, donde se condenaron a los guardias de Vesubio, a la gente que estaba todos los días dentro del centro clandestino controlando la situación de los secuestrados. En este caso, los cinco imputados tuvieron una función completamente diferente dentro del plan genocida, muy distinta al otro juicio, por eso es que este es un juicio muy diferente al anterior, con las mismas víctimas, algunos casos nuevos, pero con una imputación muy diferente porque eran jefes de área, jefes de inteligencia, jefes de centros clandestinos”.

El alegato como creación de sentido

Entre las 204 víctimas cuyos casos fueron elevados a juicio en este tramo, Sosti evocó especialmente el de Haroldo Conti durante su alegato: “en los inicios de los alegatos trato de dar cuenta de qué se trató el genocidio, hacia qué lugares apuntaron. El genocidio tuvo como designio fundamental modificar bases estructurales de la sociedad, económicas, morales, intelectuales, y cargaron contra todos, contra los militantes políticos pero también contra nuestros generadores de cultura. En Vesubio desaparecieron tres sujetos emblemáticos: (Héctor) Oesterheld, (Raymundo) Gleyzer y (Haroldo) Conti. En este juicio fue la primera vez que se pudo probar el caso de Conti dentro de Vesubio. Yo la verdad que no tengo mucha conciencia de cuál fue la repercusión de esto, de que Haroldo Conti fue un caso de Vesubio y quiénes fueron los que se hicieron cargo de la destrucción de lo que significaba Conti. Traté de dedicarme a intentar dar cuenta de quién era Haroldo Conti y de qué se trataba su desaparición. Los juicios orales suelen ser cámara de ecos, no sé qué función ha tenido este juicio, y qué trabajo pude haber hecho yo para que esto tuviera un eco social, porque no sé si mucha gente sabe quién era Haroldo Conti, qué significaba y por qué lo secuestraron. Cuando lo fueron a secuestrar a su casa, a Haroldo Conti le preguntaron por su novela ‘Mascaró, el cazador americano’, sería importante que alguien lo lea, si no lo leyeron, y vea de qué se trata esa novela. Así van a entender la lógica de la represión y a quién perseguían estos sujetos”.

Para Gabriela Sosti, el alegato no es solo un trabajo técnico penal, sino también un espacio de creación de sentido, por lo que -a pesar del tiempo acotado que tiene para explayarse en las audiencias- intenta dar cuenta allí no solo de lo que padeció el compañero secuestrado dentro de un centro clandestino: “todos sabemos que fueron torturados, pero trato de mostrar lo que fue su vida y el aporte que fue haciendo a su sociedad, militando, militando por amor, militando como militaban en ese tiempo, yo traté de dar cuenta de algo de lo que fue Haroldo Conti, no sé si eso puede ser importante para una condena, pero es importante que sea escuchado”.

Fuentes inagotables

Durante la entrevista con Oral y Público, Sosti adelantó que existen elementos para que próximamente se eleve a juicio oral un tercer tramo de la causa Vesubio: “lo que sucede en la etapa de instrucción de estos casos es que quedan demasiadas cosas afuera, y lo que sucede a veces en los juicios orales que tienen la virtud de la inmediación es que aparecen montones de elementos y es necesario que se extraigan testimonios y se investiguen en instrucción, con lo cual es una fuente inagotable. En esta etapa del juicio nos manejamos con 204 víctimas, pero hay muchas más y con el tiempo y a partir de la sucesión de estas causas lo que pasa es que la gente empieza a aportar sus datos, a dar testimonio y estos juicios en algún sentido son inagotables. No tienen plazos, con lo cual puede haber un tercer Vesubio, un cuarto… Por otro lado, esto puede ocurrir también en la medida en que se pueda deconstruir quiénes fueron los represores, porque lo que pasa es que tenemos que estar con una caña de pescar tratando de ubicarlos, no es fácil”.

Sin embargo, la fiscal destacó que es importante que se sepa el espacio simbólico que tienen los juicios por delitos de lesa humanidad como dimensión de construcción de realidad: “sobre todo para las nuevas generaciones; hay datos nuevos que constantemente van apareciendo y que implican la necesidad imperiosa de reconstruir la historia y uno permanentemente se sorprende, y estas causas son reveladoras en ese sentido porque la historia no la conocemos y estos juicios lo que hacen es deconstruir y reconstruir esa historia”.

Tras el alegato de la fiscalía, sigue el turno de las querellas y luego de las defensas, por lo que Sosti cree que es posible que el Tribunal Oral Federal 4, compuesto por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández, dé a conocer el veredicto a mediados de diciembre de este año.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Ampliamos acusaciones por homicidios y delitos sexuales

El 4 de septiembre con la querella de Justicia Ya! formulamos la ampliación de acusación contra los  genocidas Gustavo Adolfo Cacivio, Néstor Norberto Cendón, Faustino Svenciones y Federico Minicucci que están siendo juzgados en este segundo tramo del juicio por los crímenes cometidos en el campo de concentración El Vesubio.

El objeto de la presentación es que los genocidas respondan no sólo por los delitos de tormentos y privación ilegítima de la libertad por los que llegaron a la instancia de juicio oral, sino también por los homicidios de 26 compañeros -entre ellos, el de Diego Guagnini, hijo de nuestra compañera Cata Guagnini- y por los delitos sexuales cometidos contra una veintena de compañeras cautivas en el Vesubio. Estos crímenes fueron revelados en el curso del juicio oral a través del testimonio de familiares y sobrevivientes.

La fiscalía, conducida por Alejandro Alagia, solamente amplió por tres homicidios y tres abusos sexuales por considerar que fueron los casos que se ajustan a los requisitos exigidos por el código procesal. Mientras nuestra querella pretende no quitar del universo a ser juzgado los crímenes en los que se tiene conocimiento por haberse hallado los cuerpo o bien porque algún compañero fue testigo del asesinato –porque vio el cadáver de la víctima, por ejemplo- , la fiscalía limita esta posibilidad, aún cuando de sus propios argumentos debió haber ampliado por todos los casos. El planteo de la fiscalía conduce a que el juzgamiento de esos crímenes sea diferido a otro juicio, para el cual habrá que esperar varios años, luego de casi cuatro décadas de impunidad.

La fragmentación surge desde la misma instrucción de los juicios de lesa humanidad. Rafecas, el juez a cargo de la investigación de El Vesubio, no permitió elevar a juicio homicidios que eran conocidos por haber sido recuperados los cuerpos por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Los tecnicismos empleados por los jueces redundan en una extorsión para los querellantes, familiares y organismos de derechos humanos, ya que la única manera de subsanar esta situación es pedir que no se inicien los juicios porque la instrucción  -la etapa preparatoria- no está completa, lo que dilata más aún los juicios. 

El tribunal Oral Federal N° 4 oyó los fundamentos de las partes y recibirá declaración a los cuatro genocidas. Ahora resta esperar por cuáles casos hará lugar a la ampliación de acusación.

La ampliación de las acusaciones como también evitar que los juicios sigan siendo fraccionados, con instrucciones eternas que afectan los derechos de las víctimas, convidado de piedra del sistema penal y garantiza la impunidad de los genocidas, solo ser revertirá con una decisión política de Estado de proceder a la apertura de los archivos y no solo valerse de el aporte de sobrevivientes, víctimas y organismos de derechos humanos.

miércoles, 4 de junio de 2014

Perfil de Gustavo Cacivio El Francés, un represor que escuchaba música clásica en la tortura

El juzgado federal de instrucción 3, de Daniel Rafecas, dictó su procesamiento como jefe del centro clandestino "El Vesubio". Unos meses antes había sido detenido por su rol en "La Cacha". En ambos juicios se buscará probar si "El Francés", que comandaba tanto los interrogatorios como las operaciones de infiltración de las organizaciones guerrilleras, es Gustavo Adolfo Cacivio.

Por: Laureano Barrera

El “Francés” –un hombre alto, fornido, de bigote recio, que no alcanzaba los cuarenta años- puso la cinta en el pasacasete. Sonrió por unos segundos, cuando empezó a sonar una ópera, o tal vez una sonata o una sinfonía. Después se puso serio y apagó el reproductor.

–¡Este ya lo trajiste tres veces!- gritó enfurecido.

Le tiró el casete en la cabeza a Néstor Cendón, un penitenciario que había estado preso en Caseros por robo y le habían dado la opción de “regenerarse” integrando la patota. Él y los demás salieron de la casa sin congraciarse con el jefe de “El Vesubio”. Siempre que salían a “chupar” gente, “reventaban” una casa y se llevaban las cosas de valor, tenían la previsión de separar para él los discos o casetes de música clásica.

“El Francés era un tipo muy culto, que andaba siempre perfumado y le gustaba la música clásica: la patota le llevaba discos y casetes robados y él los escuchaba en el chupadero”, rememora 36 años después Jorge Watts, en diálogo con Infojus Noticias. El testigo, de memoria prodigiosa, sobrevivió 53 días en El Vesubio y siete largos meses en dos cárceles a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

En agosto de 2010, después de un año de cotejar pruebas y testimonios, la justicia federal concluyó que el “Francés” era el coronel retirado Gustavo Adolfo Cacivio. El juzgado federal de instrucción 3, de Daniel Rafecas, dictó su procesamiento como jefe del centro clandestino desde enero hasta septiembre de 1978, la tercera y última fase operativa del campo de concentración en el que fueron fusilados y desaparecidos más de mil personas. La Cámara de Apelaciones confirmó la medida.

En ese momento, estaba juzgándose –luego serían condenados- a siete generales y guardias de los dos primeros años de funcionamiento del centro clandestino, entre 1976 y 1977. El jefe anterior, Pedro Durán Saenz -alias “Delta”-, murió el 6 de junio de 2011, un mes antes de la sentencia. A fines de 1977, los generales del Primer Cuerpo decidieron su reemplazo: no porque violara a las detenidas, sino porque una de ellas –aprovechando un descuido- telefoneó a su casa y habló con su esposa. El asesino cayó en una depresión y tuvieron que hacerle un lavaje de estómago en el Hospital Militar para salvarlo del frasco de pastillas que se había tomado.

El Francés lo reemplazó con apenas 34 años, y ningún sobreviviente ha podido olvidarlo. Ahora, además de juzgar a los ex coroneles Jorge Raúl Crespi, Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis, y al ex penitenciario Cendón, el Tribunal Oral Federal N°4 -integrado por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández- deberá dilucidar Cacivio integra el banquillo de los sospechosos junto para dilucidar si el nombre y el apodo hablan de la misma persona.

La Cacha

Y sin embargo, Cacivio no fue detenido por su presunta gestión funeraria al frente de El Vesubio. La justicia federal de La Plata, que también le seguía los pasos, se anticipó y lo detuvo el 20 de febrero de 2010 entre un grupo de doce policías, penitenciarios y agentes de inteligencia que habían operado en La Cacha. El juez Manuel Blanco puso el acento en el rol vital del Destacamento de Inteligencia 101 en el funcionamiento de ese campo de concentración de las afueras de La Plata.

Cacivio era un capitán de Infantería incorporado a la Centra de Reunión de Información (CRI) de ese destacamento el 23 de diciembre de 1975, después de haber hecho el curso número 5 “Técnico de Inteligencia” en la escuela de Inteligencia del Comando de Institutos Militares del Comando General del Ejército, del que había egresado con “Aptitud Especial de Inteligencia”. En 1977, sus tres jefes en el Destacamento lo consideraron “uno de los pocos sobresalientes para su grado”. “Quienes tenían la condecoración de ‘aptitud especial de inteligencia’ eran quienes diseñaban los interrogatorios: elegían las preguntas y las maneras de preguntar, analizaban esa información y decidían qué seguía, aunque no implica en modo alguno que no pudieran manejar la picana”, graficó a esta agencia una fuente judicial que ha estudiado los protocolos durante la dictadura de la inteligencia militar.

Durante 1977, El Francés estuvo dedicado a operaciones de infiltración de las organizaciones guerrilleras en La Plata, logrando la “colaboración” de algunos secuestrados a fuerza de torturas, amenazas de muerte y promesas de liberación que nunca cumplió. Para esas operaciones -que incluyeron un régimen enloquecedor de visitas entre los secuestrados y sus familias- utilizó como base la Brigada de Investigaciones y el nombre de cobertura “Federico Asís”. A fines de 1977, cuando ya no servían esas simulaciones demenciales, les pidió muchos dólares a las familias para sacar a los secuestrados del país. Todos fueron asesinados.

El ex detenido Ricardo Victorino Molina, un delegado de la fábrica Kaiser Aluminio secuestrado en su casa el 14 de abril de 1977, vio al Francés comandando el rapto. Llevaba una campera de buzo, botas y ropa de combate. Era rubio, alto, de pelo corto y tenía “una voz muy imperiosa” y “metálica”, que volvió a oír en la sala de torturas de La Cacha dirigiendo el interrogatorio.

Unos días antes de que lo llevaran a la comisaría 8va de La Plata para empezar a legalizar su detención, el Francés lo llevó a una casa rodante que estaba fuera del edificio principal, y le pidió que se levantara la venda:

- Mirame a la cara, yo soy el que te detuve, el que te secuestré y torturé, mirame bien porque si nos encontramos en la calle, tirame primero porque sino te voy a tirar yo.

Pocos días después, lo llevó desde la Cacha a la Brigada de Investigaciones a ver a su mujer Liliana Galarza que había parido a su hijo en cautiverio. “Soy yo”, les dijo, simplemente, a los guardias de la entrada.

Ahora, Cacivio debe repartir sus excursiones semanales de la cárcel a los estrados de la justicia federal entre La Plata y Comodoro Py: los miércoles y los viernes ocupa el banquillo por los crímenes de La Cacha; los jueves por el juicio Vesubio II.

Vesubio

El Vesubio era un predio pensado para el recreo de la oficialidad penitenciaria que empezó a operar como centro clandestino a mediados de 1975 en el cruce del Camino de Cintura y la autopista Ricchieri. Eran tres chalets coloniales de tejas rojas: en uno vivían los represores y se reunía la Central de Reunión de Inteligencia –que manejaba el campo-, en otro estaban las salas de tortura, y en el tercero los secuestrados. Por último, había una habitación prefabricada llamada la sala Q: muchos conjeturan que el nombre se debía a que ahí estaban los detenidos “quebrados”, que tenían más comida y cigarrillos.

La participación de “El Francés” en la ruta de la desaparición era completa: comandaba algunos secuestros, participaba de casi todos los interrogatorios y decidía quién sobrevivía y quién no. Tanto tiempo después, en el proceso que se lo enjuicia, ya no cultiva esa vanidad. Más bien lo contrario. El 15 de mayo, después de recordarlo “elegante, culto, cristiano”, Alejandra Naftal dijo “creo que lo estoy viendo, allá en el fondo. El señor que me esquiva la mirada. Yo recuerdo  su cara, como un dibujo tridimensional”. Siete días más tarde, Adrián Brusa contó que tuvo tres conversaciones con él sin la capucha. Mirando a Cacivio, dijo: “es una cara que no me olvidar más, está ahí. Es el ‘Francés’”.

En la última audiencia, el jueves pasado, Jorge Watts relató ante el TOF 4 las penurias que pasó ahí.

–En un momento me pusieron un caño redondo en la boca, y como la electricidad contrae los músculos, me rompí todos los dientes de arriba mordiendo el metal. Sentía como se rompían uno por uno, lo único que podía hacer era escupirlos para no tragarlos- relató.

Watts, que actualmente dirige Memoria Abierta y entonces militaba en Vanguardia Comunista, afirma que cuando los interrogadores no conocían bien a la víctima –como era su caso-, buscaban en las sesiones interminables de tormentos, dos cosas: “que te autoincriminaras, por eso muchas veces te preguntaban lo mismo, y que cantaras a compañeros”.

A mediados de septiembre de 1978, con los rumores de la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (Cidh), los jefes del El Vesubio decidieron desmantelarlo. El Francés arengó como si fuera parte de un Comando Anticomunista

Sobre el final de su alocución, mirando hacia donde estaban los imputados, Watts dijo:

–Yo quiero decirle a los jueces de este tribunal y a todos los presentes en la sala: la inteligencia de estos criminales no era la de Sherlock Holmes, sino la de Jack El Destripador.

jueves, 20 de febrero de 2014

Genocidas que actuaron en Vesubio. Difundir por favor, porque seguramente estuvieron en otros ccd y e

Federico Antonio Minicucc, iex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón. y Faustino José Svencionis, ex Oficial de Inteligencia del Ejército Gustavo Adolfo Cacivio.
 
Este jueves ha comenzado el segundo juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio conocido como "Vesubio", que funcionó en Camino de Cintura y Riccheri. Por los hechos cometidos durante la última dictadura cívico militar contra 204 personas se juzgará al los ex Coroneles Jorge Raúl Crespi, Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis, ex Oficial de Inteligencia del Ejército Gustavo Adolfo Cacivio, y al ex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón. La primera audiencia tendrá lugar en la Sala AMIA de los Tribunales Federales de Comodoro Py, desde las 9:30 horas.

En 2011, en el primer juicio oral por los crímenes en ese ex Centro Clandestino, fueron condenados a perpetua por crímenes en "El Vesubio" los genocidas Héctor Gamen (ex general) y Hugo Idelbrando Pascarelli (ex coronel). Mientras que recibieron sentencias menores: Ramón Antonio Erlán condenado a 20 años y seis meses de prisión; José Néstor Maidana a 22 años y seis meses de prisión; Roberto Carlos Zeolitti a 18 años de prisión; Diego Salvador Chemes a 21 años y seis meses de prisión; Ricardo Néstor Martínez; a 20 años de prisión. El asesino Pedro Alberto Durán Sáenz murió impune el 6 de junio de ese mismo año.

El juicio estará a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4, integrado por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Los militares de El Vesubio van a la cárcel

Casación aula el benificio de prisión domiciliaria.

 Por Ailín Bullentini

La Cámara Nacional de Casación Penal revocó el beneficio de prisión domiciliaria de Hugo Pascarelli, el represor condenado a prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención El Vesubio que gozaba de ese privilegio. Su vuelta a prisión, según el fiscal federal Félix Crous, “es inminente y fatal”, ya que “Casación deberá actuar tal como lo hizo en el caso de Humberto Gamen”, a quien también le revocaron el beneficio de prisión domiciliaria, rechazaron la intervención de la Corte Suprema y ordenaron su traslado inmediato a la cárcel.

La defensa de Pascarelli aún está a tiempo de presentar un recurso extraordinario ante Casación para que el hecho sea tratado por la Corte Suprema. Sin embargo, la Cámara “no puede obrar de una manera diferente en dos casos que son iguales”, aseguró Crous.

Gamen y Pascarelli fueron los únicos militares retirados condenados por lo ocurrido a personas que pasaron por El Vesubio, un centro de secuestro, tortura y muerte ubicado en el cruce del Camino de Cintura y la autopista Riccheri, que funcionó durante la última dictadura. No había terminado el juicio oral en el que recibieron su pena cuando su máximo jefe, Pedro Alberto Durán Sáenz, falleció. Un mes después de la condena, el Tribunal Oral Federal Nº 4 que los había sentenciado, integrado por los jueces Leopoldo Bruglia, José Gorini y Pablo Bertuzzi, accedió al pedido de prisión domiciliaria que ambas defensas realizaron. “Edad y estado de salud argumentaron. Pascarelli tenía achaques de la vejez, pero manejaba su propio auto, así que mal no estaba”, detalló Crous.

El fiscal presentó un recurso de Casación para que la Justicia retrocediera en el privilegio a ambos represores. La Cámara sólo actuó en el caso de Gamen. Crous, entonces, llevó al TOF Nº4 pruebas de que Pascarelli violaba el beneficio y salía de su domicilio. “Cuando el tribunal, por fallo dividido, Bruglia votó en contra, decidió que esas pruebas no eran razón suficiente para el revocamiento, acudí a Casación nuevamente. Entonces mandaron a controlar si el genocida estaba en su casa. Tocaron el timbre y no estaba”, relató el fiscal. A principios de mes, la Cámara dio curso al recurso de Crous y anuló el privilegio a Pascarelli.

A fines de diciembre de 2011, Casación envió a la cárcel común a Gamen, rechazando el recurso extraordinario que su defensa había presentado para elevar el diferendo a la Corte Suprema. “La decisión de Casación respecto del caso de Gamen sentó un precedente. No pueden actuar de manera distinta en el caso de Pascarelli”, explicó el fiscal federal que actuó desde el inicio del proceso. Es probable que la defensa de Pascarelli utilice los recursos conocidos judicialmente como “de queja” ante la máxima autoridad de Justicia para seguir gozando de su detención en su casa, pero “es improbable que les den lugar. Su destino en una prisión es inminente y fatal”, sentenció Crous.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Revocan el beneficio de prisión domiciliaria para el represor Pascarelli

La Cámara Federal de Casación Penal hizo lugar al pedido de una fiscalía para no conceder esta comodidad al coronel retirado, acusado por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención El Vesubio.

La Justicia denegó un pedido de prisión domiciliaria para beneficiar al represor Hugo Pascarelli, condenado el 14 de julio del año pasado a reclusión perpetua en el marco de la investigación sobre crímenes cometidos en el centro clandestino de detención El Vesubio.
En concreto, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por los jueces Gustavo Hornos, Mariano Borinsky y Juan Carlos Gemignani hizo lugar al recurso de casación interpuesto por el fiscal federal Félix Pablo Crous contra la concesión de la prisión domiciliaria de Pascarelli. A fines de 2011, la misma sala había hecho lugar al recurso interpuesto contra la concesión del arresto domiciliario a Humberto Gamen, superior inmediato de Pascarelli, condenado a perpetua en el mismo juicio.

Pascarelli violó la detención domiciliaria cuando salió de su casa para ser atendido en el Hospital Militar, conduciendo su propio vehículo, lo que incluyó una visita al paseo de compras Solar de la Abadía para tramitar el nuevo DNI.
Poco tiempo después, no fue encontrado en su casa de Barrancas de Belgrano, en una visita sorpresiva de control.
Sin embargo, los jueces Pablo Beruzzi y Néstor Costabel, integrantes del Tribunal Oral Federal 4 de la Ciudad de Buenos Aires, que lo juzgó y debe controlar la ejecución de la pena, entendieron que no había violado la detención domiciliaria, con la disidencia del juez Leopoldo Bruglia, quien opinó que debía revocarse el beneficio. Contra esa decisión el fiscal Crous recurrió ante la Cámara Federal de Casación Penal, que le dio la razón.

El coronel retirado Pascarelli se desempeñó como jefe del Área 114 -partido de La Matanza y aledaños-, dentro de la cual estaba enclavado el centro clandestino de detención El Vesubio así como en cementerios municipales en los cuales fueron inhumados de manera clandestina cadáveres NN de víctimas del terrorismo de Estado.

También fue alumno, y luego segundo jefe de curso, en el Colegio Interamericano de Defensa, dependiente de la Junta Interamericana de Defensa, en los años de las últimas dictaduras de América Latina.

Como consecuencia de la investigación judicial sobre los crímenes cometidos en El Vesubio fueron condenados a perpetua Gamen, debido a 22 homicidios agravados y 44 casos de privación ilegítima de la libertad, entre otros cargos. Pascarelli, a su vez, fue sentenciado a reclusión perpetua acusado de tres homicidios agravados y 15 imposiciones de tormentos y casos de privación ilegítima de la libertad.

lunes, 23 de enero de 2012

Cuatro veces el genocida Pascarelli se "tomó las de Villa Diego"

Investigan si un represor violó su arresto domiciliario

Habría ocurrido en cuatro ocasiones; la fiscalía pide que se le revoque

Por Hernán Cappiello 

El coronel retirado Hugo Pascarelli, de 81 años, sentenciado a reclusión perpetua por homicidios, secuestros y tormentos reiterados mientras se desempeñaba en el centro clandestino de detención El Vesubio, durante la última dictadura militar, habría violado en por lo menos cuatro ocasiones su arresto domiciliario. Por ese motivo, la fiscalía trabaja en un pedido para que se le revoque ese beneficio.

Pascarelli, debido a su edad y a los problemas cardíacos que afectan su salud, puede cumplir su pena mientras no salga de su casa, pero el militar retirado no fue encontrado en su domicilio en por lo menos cuatro veces en el último semestre,
Pascarelli fue condenado por 15 privaciones ilegales de la libertad y tormentos, y dos homicidios cometidos en el campo de concentración situado entre el Camino de Cintura y la autopista Riccheri, en La Matanza. Pasaron por allí 2500 prisioneros, entre ellos el escritor Haroldo Conti y el escritor e historietista Héctor Oesterheld, creador de El Eternauta.

El Tribunal Oral Federal N° 4 integrado por los jueces Leopoldo Bruglia, Jorge Gorini y Pablo Bertuzzi, en el mismo juicio, había condenado a reclusión perpetua al general de brigada retirado Héctor Gamen, de 84 años e impuesto condenas de entre 18 y 22 años de cárcel a cinco penitenciarios.

Gamen y Pascarelli, que estaban libres, fueron detenidos tras el juicio en julio pasado, pero el tribunal les concedió la prisión domiciliaria. El fiscal Crous apeló y la Cámara de Casación le dio la razón. Si el fallo queda firme, Gamen deberá volver a la cárcel. En el caso de Pascarelli, en cambio, el tribunal entendió que por su estado de salud, debía quedarse en su casa. No obstante, según el fiscal, el militar retirado habría violado sus condiciones del cumplimiento de la condena en cuatro ocasiones: dos veces había ido al Hospital Militar a hacerse estudios, sin autorización, una vez había ido a tramitar el DNI al shopping El Solar de la Abadía, donde tiene oficinas móviles el Ministerio del Interior, y la última vez fue el 26 de octubre, cuando una oficial notificadora tocó a su puerta y nadie le respondió.

Tras el testimonio de la notificadora, el tribunal rechazó la pretensión del fiscal, al entender que era posible que no hubiera escuchado el sonido del timbre. Pero el fiscal Crous prepara un recurso para volver a pedir que se le revoque el arresto domiciliario a Pascarelli.

El problema es mas grave porque el Tribunal Oral Fderal N° 4 había ordenado que Pascarelli quedara bajo el cuidado de un sistema de vigilancia electrónica, con una tobillera, que dispara un alarma en la oficina central de control si el condenado sale de su casa o de un radio predeterminado.

Ese sistema, que está en marcha en la provincia de Buenos Aires, no está implementado a nivel nacional en ningún programa dependiente del Ministerio de Justicia, por lo que la orden del tribunal quedó en la nada..

lunes, 26 de diciembre de 2011

Un genocida a casa y otro genocida de la casa a la cárcel

La Cámara de Casación revocó la prisión domiciliaria de Humberto Gamen

 La Sala IV de la Cámara hizo lugar al recurso presentado contra la concesión de esa pena a quien fuera segundo comandante de la Brigada de Infantería X, entre 1976 y 1977,
Humberto Gamen, condenado este año a prisión perpetua en el juicio por los crímenes del centro de detención ilegal el Vesubio.
 
Humberto Gamen, condenado a prisión perpetua por los crímenes del centro de detención ilegal el Vesubio. Apodado Toto o Beta, ocupó el cargo de segundo comandante de la Brigada de Infantería X, entre 1976 y 1977 y fue condenado el 16 de julio de este año a prisión perpetua en el juicio por los crímenes del centro de detención ilegal el Vesubio.

También, se confirmó la prisión domiciliaria de Hugo Pasacarelli, condenado por 156 crímenes de lesa humanidad, cometidos en el centro clandestino de detención con la disidencia del juez Borinsky. Contra la detención domiciliaria de Pasacarelli existe otro recurso de casación pendiente de resolución por la misma Sala, por haber violado la detención domiciliara a poco de serle concedida.

El Tribunal Oral Federal N° 4 (TOF), no hizo lugar a la solicitud de la fiscalía de que le fuera revocado el beneficio, y contra ese fallo la fiscalía recurrió en casación.

Pasacarelli, violó la detención domiciliaria por segunda vez, lo que motivó que la fiscalía exigió que se le suspendiera el privilegio. Esto, aún se encuentra pendiente de resolución por el TOF 4.

En rigor, la misma Sala tiene pendiente la resolución de los respectivos recursos de casación interpuestos contra la detención domiciliaria concedida a Hipólito Mariani Y Cesar Comes, ambos condenados en 2008 a la pena de 25 años de prisión por los crímenes cometidos en el centro de detención, Mansión Seré, de la Fuerza Aérea.

lunes, 29 de agosto de 2011

Confirman procesamientos por crímenes cometidos en "El Vesubio"

Confirman procesamientos por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino “El Vesubio”
Lo dispuso la Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal. Se trata de cuatro acusados por los delitos de privación ilegal de la libertad agravada e imposición de tormentos. Es en el marco de la megacausa Primer Cuerpo de Ejército

La Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal confirmó el procesamiento con prisión preventiva de cuatro imputados por delitos de lesa humanidad, cometidos en el centro clandestino de detención conocido como “El Vesubio”.

Se trata de Néstor Norberto Cendón, Federico Antonio Minicucci, Jorge Raúl Crespi y Faustino José Svencionis, acusados por los delitos de privación ilegal de la libertad agravada e imposición de tormentos.

La decisión se da en el marco de la megacausa por violaciones a los derechos humanos cometidas en el ámbito del Primer Cuerpo de Ejército, investigación a cargo del juez Daniel Rafecas, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 3.

jueves, 14 de julio de 2011

Condenas para jefes Vesubio, algunos ya muertos.. Genocidio... ni en las consideraciones


Perpetua para los jefes del Vesubio

El Tribunal Oral Federal 4 de la Capital Federal condenó al ex general Héctor Gamen y al ex coronel Hugo Pascarelli por 156 crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención. Cinco agentes penitenciarios recibieron penas de entre 18 y 22 años y serán investigados por seis casos de abuso sexual y violación. Por El Vesubio pasaron, entre muchos otros, el dibujante y creador de El Eternauta, Héctor Oesterheld, el cineasta Raymundo Gleyzer y el escritor Haroldo Conti.

Los jueces Leopoldo Bruglia, Jorge Gorini y Pablo Bertuzzi ordenaron que Gamen y Pascarelli sean detenidos luego de la condena, ya que se encontraban en libertad. El arresto se concretó apenas terminó la audiencia, cuando fueron esposados por personal del Servicio Penitenciario Federal (SPF).

Gamen fue condenado por 22 homicidios calificados por haber sido cometidos con alevosía y por 76 casos de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos, en tanto Pascarelli recibió la pena por tres homicidios y 15 hechos de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos.

Además, cinco ex agentes del SPF fueron condenados por privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos: Ricardo Martínez fue encontrado culpable por 141 casos y Ramón Erlán por 140, a 20 años y seis meses; Diego Chemes por 140 casos, a 21 años y seis meses; José Maidana por 91 hechos, a 22 años y seis meses, y Roberto Zeolita por 141 casos, a 18 años. El tribunal ordenó que sean investigados por seis casos de abuso sexual y violación y 22 homicidios.

Un octavo imputado, el coronel Pedro Alberto Durán Sáenz -alias "Delta"-, que también fue jefe del centro, murió el pasado 6 de junio impune y en libertad pese a comprobarse que había torturado incluso a embarazadas.

"El Vesubio" funcionó entre abril de 1976 y septiembre de 1978 en un predio del SPF ubicado en Avenida Ricchieri y Camino de Cintura y se calcula que por ese lugar pasaron 1500 personas. Estaba bajo jurisdicción del Primer Cuerpo del Ejército, a cargo del fallecido ex general Guillermo Suárez Mason. El centro comenzó a demolerse a fines de 1978, cuando se esperaba para principios de 1979 la llegada al país de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para investigar las denuncias por los delitos de lesa humanidad.
El general retirado Héctor Gamen y ex coronel Pascarelli quedaron detenidos luego que fueran condenados a prisión por 156 crímenes de lesa humanidad, incluidos 22 homicidios cometidos entre 1976 y 1978,
Ambos militares, que fueron jefes del centro clandestino y llegaron en libertad hasta el fin del juicio, fueron condenados junto a cinco ex agentes penitenciarios que estaban detenidos y cuyas penas oscilaron entre 18 y 22 años de prisión.

Un octavo imputado, el coronel Pedro Alberto Durán Sáenz -alias “Delta”, que también fue jefe del centro, murió el pasado 6 de junio impune y en libertad pese a comprobarse que había torturado incluso a embarazadas.

Los penitenciarios condenados, que ingresaron esposados y fueron desengrillados por jóvenes agentes de esa fuerza, son Ramón Antonio Erlán, condenado a 20 años y 6 mses de prisión; José Néstor Maidana, a 22 años y seis meses; Roberto Carlos Zeolitti, a 18 años; Diego Salvador Chemes, a 21 años y seis meses; y Ricardo Néstor Martínez, alias “Pájaro”, a 20 años y seis meses.

Ademas de las privaciones ilegales de libertad y tormentos, los jueces del TOF4 encontraron a los dos militares responsables de 22 homicidios agravados de presos fusilados en Monte Grande en mayo de 1977, algunos de cuyos cuerpos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense durante los debates.

El veredicto del TOF 4, que integraron los jueces Leopoldo Oscar Bruglia, Jorge Luciano Gorini y Pablo Bertuzzi, fue leído esta tarde tras 17 meses de audiencias en la que testimoniaron medio centenar de sobrevivientes, algunos de ellos presentes en la sala y visiblemente emocionados -algunos con lágrimas en los ojos- al escuchar el fallo.

Se calcula que por el Vesubio, ubicado en Camino de Cintura y Ricchieri bajo dependencia operacional de la Brigada de Infantería Mecanizada X con asiento en Palermo, pasaron 1.500 detenidos-desaparecidos, entre ellos el cineasta Raymundo Gleyzer y el escritor Haroldo Conti.

Según un testimonio brindado en el juicio, el fallecido coronel Durán Saenz encargó a otro desaparecido en este campo de detención y exterminio, el guionista Héctor Oesterheld, una historieta sobre la vida del general José de San Martin en la que el creador de El Eternauta trabajaba al momento de ser “trasladado”, como denominaban los represores a la eliminación física de los detenidos.

En su mayoría eran militantes de las organizaciones Montoneros y Vanguardia Comunista -entre ellos sus dirigentes Elías Semán y Roberto Cristina-, y al menos 16 eran embarazadas que dieron a luz en el Hospital Militar de Campo de Mayo, cinco de las cuales sobrevivieron con sus hijos aunque la mayoría continúan desaparecidas.

En este juicio también fue querellante el Estado alemán, dado que una de las asesinadas era Elizabeth Kasseman, una estudiante de sociología alemana hija del famoso teólogo, cuyo cuerpo fue entregado poco después de su ejecución a la familia por medio de la embajada.

martes, 5 de julio de 2011

Represor orgulloso de ser genocida

Ultimas palabras del represor Hugo Pascarelli
“Con la tranquilidad del deber cumplido”

El acusado volvió a hablar de una “guerra” para referirse al terrorismo de Estado y se definió como un “soldado”. Fue jefe del Regimiento 1 de Artillería de La Tablada. El próximo 14 de julio el tribunal dará a conocer la sentencia.

 Por Alejandra Dandan

En las salas de audiencia a veces es difícil entender cuánto de la batalla cultural está ganado. En las sillas destinadas al público de una de las dos salas de los tribunales de Retiro preparadas para las audiencias de los juicios de lesa humanidad, esta vez aparecieron viejos camaradas de armas, la mujer, hijos y tres nietos de uno de los militares acusados por los crímenes de El Vesubio. No escucharon ninguno de las tormentosos relatos de las víctimas, esa insoportable reactualización del infierno. Pero estaban ahí, ahora sí, porque Hugo Idelbrando Pascarelli iba a pronunciarse como si aún fuese coronel del Ejército para decir las últimas palabras.

Una de las concurrentes más jóvenes buscó el modo de acercar un grabador para registrar a quien todo hacía suponer que era su abuelo. El presidente del Tribunal Oral Federal 4 dio comienzo a la audiencia para comunicar que, concluido el debate, se daba paso a las últimas palabras de los imputados. El juez Leonardo Bruglia dio la palabra primero a Héctor Humberto Gamen, ex general de Brigada, el hombre de mayor jerarquía entre los acusados, que tuvo a cargo el área dentro de la cual funcionaba El Vesubio. Gamen decidió no hablar y enseguida tomó la palabra Pascarelli.

“Para mí están en juego mi buen nombre y honor, es la herencia que dejo para toda mi familia: mi esposa, que es mi verdadero baluarte; mis hijos, mis nietos que, después de Dios, son mi fortaleza espiritual”, explicó.

Las querellas y la fiscalía encabezada por Félix Crous dicen desde hace semanas que si es verdad que alguno de los siete imputados tiene algo para decir, algún aporte verdadero, los datos sobre el destino de los desaparecidos o el lugar donde entregaron a uno de los hijos de las detenidas, que lo hagan. Que tienen la ocasión para hacerlo durante el tramo de las últimas palabras. El destinatario específico de ese mensaje es uno de los penitenciarios: “el Sapo” Roberto Zeolitti, quien asegura que desde la recuperación de la democracia está a disposición de la Justicia y a quien las querellas le replican que las únicas cosas que dijo hasta ahora se sabían o estuvieron destinadas a encubrir su rol o el de sus compañeros. Zeolitti tendrá la oportunidad de decir algo la semana próxima, antes del 14 de julio, cuando el tribunal pronuncie la sentencia. Con Pascarelli ninguna de las querellas esperaba demasiado porque siempre negó su poder de incidencia sobre el área. Y ayer volvió a ese argumento.

“Afirmo y digo lo que pienso sin mentir a pesar de que se dijo que yo mentía porque la verdad iba a perjudicarme”, señaló en respuesta a las querellas y al fiscal Crous, que lo acusaron de mentiroso.

Las acusaciones a Pascarelli son del año 1976. Era jefe del Regimiento 1 de Artillería de La Tablada, que dependía del Comando de Operaciones Tácticas con asiento en Palermo –donde estaba Gamen– y un ámbito que luego, cuando las informaciones de inteligencia debieron hacerse de modo más acelerado, se trasladó a ese mismo predio. Pascarelli dijo en la audiencia que El Vesubio no existía en 1976. Y otra vez dijo una mentira: no sólo ya existía, sino que empezó a funcionar un año antes como “La Ponderosa”.

A fin de año de 1976, Pascarelli fue a Estados Unidos a la Escuela de las Américas. Un lugar que describió como la panacea de los hombres del bien, donde su tarea era invitar a personalidades internacionales para exponer criterios sobre distintas perspectivas.

Y dijo: “Nosotros sabíamos la situación que vivía nuestra patria, unos ignoraban su magnitud, otros lo ignoraban para no tener que tomar posición”. Dijo que en ese momento “un enemigo real se levantó en armas contra la Nación”. Y explicó: “Sin atreverme a mentir, cuando me miro en el espejo de la conciencia, éste refleja a un soldado envejecido que cumplió con su deber y está orgulloso de ser soldado argentino, agradecido por haber podido luchar por la libertad de las ideas”.

Como suelen hacer sus pertrechados camaradas de armas, también habló de la guerra, de que lucharon contra “organizaciones que desataron una confrontación en el ámbito urbano y rural”.

En la sala, en tanto, entraron algunos familiares de las víctimas. Caminaron derecho para sentarse entre el público. Pero cuando vieron tantas sillas ocupadas, se detuvieron como sin entender demasiado, hasta que entendieron, les hicieron algún gesto con las manos de esos que se hacen para espantar un mal presagio y buscaron lugares en la parte de atrás.

Pascarelli seguía con los papeles. “Espero el veredicto con la tranquilidad del deber cumplido y siempre aspiré a que en mi patria estuviera el sistema representativo, republicano y federal”, mintió, nuevamente. Cuando todo terminó, Gamen se paró a saludarlo:

–¡Pascarelli! –le dijo con voz de mano–: el general lo saluda y lo felicita.

Un saludo en tercera persona. Como si hablara en nombre de otro. Como aquel gesto del comienzo de Pascarelli que, enredado entre su gente, esperó que pasara uno de los abogados de las querellas y, cuando hubo pasado, con valentía susurró: “¡Este es un hijo de puta!”.

lunes, 4 de julio de 2011

CCD Vesubio: Hablarán los genocidas acusados

El juicio por El Vesubio

El juicio por la represión ilegal en el centro clandestino de detención El Vesubio ingresará hoy en su tramo final cuando el Tribunal Oral Federal 4 escuche las últimas palabras de dos de los ocho procesados. Se trata de los ex militares Héctor Gamen y Hugo Pascarelli, ya que el tercer ex militar, Pablo Durán Sáenz, falleció sin ser condenado.

Gamen y Pascarelli tendrán oportunidad de hablar ante los jueces Leopoldo Bruglia, Jorge Gorini y Pablo Bertuzzi, quienes tienen previsto escuchar a todos los acusados y luego dar fecha para emitir veredicto, que sería la semana próxima. El juicio comenzó en febrero del año pasado y se ventilaron las violaciones a los derechos humanos cometidas en ese centro clandestino por el que fueron juzgados tres militares –entre ellos el fallecido Durán Sáenz– y cinco ex agentes del Servicio Penitenciario en la última dictadura.

En los alegatos que se escucharon en los últimos dos meses tanto la fiscalía como los distintos querellantes pidieron condenas de prisión perpetua para los ex militares Gamen y Pascarelli y de hasta 25 años de cárcel para los ex penitenciarios Ramón Erlán, Diego Chemes, José Maidana, Ricardo Martínez y Roberto Zeolitti. El tribunal optó por escuchar primero a los dos ex jefes militares que quedan con vida –Gamen y Pascarelli– y luego a los penitenciarios antes de emitir su veredicto.

El Vesubio estuvo ubicado en Camino de Cintura y Riccheri, en el partido de La Matanza, y dependía del Primer Cuerpo del Ejército, y en el juicio se repasaron 157 hechos de detenciones ilegales y asesinatos.

A lo largo de más de un año de audiencias declararon unos 300 testigos, entre ellos muchos sobrevivientes que dieron cuenta de las violaciones sufridas por las secuestradas, las torturas y tormentos y privaciones ilegales de la libertad.

Por ese centro clandestino pasaron, entre muchos otros, el dibujante y creador de El Eternauta, Héctor Oesterheld, el cineasta Raymundo Gleyzer y el escritor Haroldo Conti.

viernes, 6 de mayo de 2011

Piden prisión perpetua por los crímenes en El Vesubio

Ante el Tribunal Oral Federal Nº 4 de la Capital Federal, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación pidió, durante su alegato, la pena de prisión perpetua para tres ex militares, en el marco del juicio oral contra ocho acusados por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención “El Vesubio”, durante el último gobierno de facto.

En tanto, pidió 25 años de prisión para Ramón Antonio Erlán, Diego Salvador Chemes, José Néstor Maidana y Ricardo Néstor Martínez, y 20 años para Roberto Carlos Zeolitti.

Cabe recordar que la querella -JUSTICIA YA- representada por la abogada Liliana Macea solicitó, en su alegato, la pena de prisión perpetua para Durán Sáenz, Gamen y Pascarelli.

Asimismo, requirió 25 años de prisión para Erlán, Chemes, Maidana, Martínez y Zeolitti.

Por otro lado, la querella representada por el abogado Pablo Jacoby solicitó la pena de reclusión perpetua para Durán Sáenz y Gamen. Además, pidió que se condene a 21 años de prisión a Erlán, Chemes, Maidana y Martínez, y a 11 años a Roberto Carlos Zeolitti.

martes, 8 de febrero de 2011

“El sadismo era violar a embarazadas”

Elena Alfaro, sobreviviente de El Vesubio.

Siete meses estuvo secuestrada, embarazada, padeció el infierno. El responsable directo de su cautiverio, Pedro Durán Sáenz, goza todavía de libertad. Suárez Mason la dejó salir. Su parto estaba previsto para un día después.
Por Alejandra Dandan

De pronto, Elena Alfaro habló directamente con el presidente del Tribunal. “Ellos ya se habían dado cuenta: yo estaba embarazada de cuatro meses, señor presidente, mi embarazo era notorio, pero el sadismo era violarse a las embarazadas.” Y el sadismo llegó a más: “En los campos vimos lo que no tenía que verse, y el traidor fue fabricado adentro de los campos: eso es lo que pasó, señor, si vamos a decir la verdad, que sea esa.”

Elena Alfaro estuvo siete meses en El Vesubio. Es una de las pocas sobrevivientes de 1977. Su testimonio era uno de los más esperados en las audiencias que sigue el Tribunal Oral Federal 4, y el último posiblemente antes del comienzo de los alegatos. Los miedos con los que ella bajó en Ezeiza en 1985 para declarar ante la Conadep tal vez todavía expliquen que desde hace meses busca lugares alternativos a las embajadas o consulados argentinos en el exterior para dar su testimonio. Ayer declaró finalmente desde una organizacion no gubernamental en Francia. A las ocho treinta de la mañana argentina, se conectó a una computadora. Aquel hombre, Pedro Durán Sáenz, uno de los sujetos del sadismo, el jefe del centro clandestino, a quien ella llamó todopoderoso, el que se regodeó con las violaciones y a quien su testimonio duro y crudo terminó de hundir como pocas veces había sucedido, estaba ahí, sentado frente a la pantalla, con la cara semidormida y pesada rebotando contra una pared. Y peor: si Elena Alfaro hubiese declarado en Buenos Aires podría haberse cruzado con él en uno de los pasillos de Comodoro Py durante los intervalos: como sucede con los otros dos militares acusados, el jefe de El Vesubio está en libertad –como recordó ayer uno de los abogados–, está excarcelado por las garantías del debido proceso. El juez Daniel Rafecas puede detenerlo por las pruebas de Vesubio II, pero no lo hace. Afortunadamente, Elena Alfaro no se lo cruzó, porque se quedó en Francia.

El infierno

A ella la secuestraron en la medianoche del 19 de abril del ’77, a cuatro días de sus 25 años. Estaba en su casa con el camisón que meses después prestó a una de las secuestradas que iba a dar a luz. Descansaba por el estado de su propio embarazo y, aunque no lo sabía, a las cuatro de la tarde habían secuestrado a su compañero Luis Alberto Fabbri en una cita cantada. A Elena la llevaron a El Vesubio. “Me llevan a sala de torturas, escucho los gritos terribles de todo el mundo, porque ahí había diferentes salas”, dijo. Desnuda, atada de manos y piernas, la picana. Le hicieron ver las torturas de Luis, y a él las suyas: Luis estaba destrozado, dijo, “la cara hinchada y las encías sangrantes, lo atan a la misma cama conmigo, ahí pudimos hablar”.

Pudo ver las botas que había visto en la sala de torturas: las botas que eran de Durán Sáenz. Todavía tenía referencias. “Eran referencias que podíamos ir teniendo porque uno pierde los sentidos del tiempo, no sabe si es de día o de noche, no tengo idea de cuánto pasó, si oigo los gritos y reconozco las voces.”

Pasó por un régimen duro en las cuchas de mujeres: esas dos habitaciones contiguas, sin puertas y con las ventanas clausuradas, y con un gancho a la altura del zócalo de cada celda, desde donde ataban a las mujeres con cadenas. “El castigo más terrible era cuando alguno no cumplía las reglas –dijo–, había palizas para todos, y en un lugar donde la vida estaba totalmente desarticulada, si nos odiaban todos los días, vivíamos sumergidos en el odio.” Era el comienzo de la despersonalización, el momento en el que empezó a ser “O-8”.

“Esto quiero englobarlo en un pensamiento –dijo–: no fue por azar, tuvo que ver con una ideología bien determinada que permitió este tipo de genocidio, como por ejemplo buscar un lugar aislado donde estábamos separados del exterior: nadie podía ver de afuera ni nosotros el exterior.” En ese territorio “extrajurídico” se hacían a la idea de que la ley la hacían los “señores de la muerte”: el jefe del campo era el encargado de hacer la ley.

Durán Sáenz aseguraba formar parte de una elite de “contrainteligencia”: todos los que estaban ahí eran hombres de Inteligencia, de la Policía Federal, la bonaerense o del Ejército, pero la “contrainteligencia era la casta superior”. Y en esos primeros días en que estuvo supo que Durán Sáenz usaba a las mujeres como mano de obra esclava. “Siempre había una que iba y venía de la jefatura, y traía información.” En esos días, había traído a dos secuestradas del infierno: el jefe las seleccionó, dijo ella, él mismo decía que estaban muy flacas, en estado animal, él les daba de comer, las dejaba bañar y a Silvia la obligó a vivir con él. “Esa idea de traer mujeres a El Vesubio no fue por azar –explicó–: Durán Sáenz organizaba robos de autos en los camiones mosquito que transportan autos 0 K haciendo participar a mujeres, para decir que lo hacían los Montoneros”.

Los autos que repartió entre su gente le ocasionaron algún problema. Un día les cambiaron las ropas a las dos mujeres, las torturaron y las llevaron a las cuchas: en ese momento Elena las conoció, y esa misma noche, en pleno silencio, las trasladaron.

Su testimonio más que en escenas abundó en datos: mencionó a la médica y la enfermera del Hospital de Quilmes, a Elizabeth Kasemann, Héctor Oesterheld, con el que pasó los siete meses, y aclaró que mientras estuvo habrán pasado entre 2500 y 3000 personas. Habló del intercambio de prisioneros como el caso de un secuestrado de la ESMA que pusieron en la sala Q, donde llegó a visitarlo Adolfo Scilingo. También de listados que se escribían todos los días con el relevamiento de los detenidos y de la violencia sexual a la mujer.

El 18 de mayo despidió a su compañero: Luis se acercó a decirle que le habían tomado las medidas para cambiarlo de ropa y lo revisaron por las heridas. “Estábamos a casi un mes de estar ahí –dijo–, yo no entendía bien, pero él me estaba preparando para un traslado, claro que esto lo pude conocer después.” Ella vomitaba todo el tiempo. El 23 de mayo a la noche empezaron a llamar a uno por uno, a él y también a ella: “Estamos atados, nos decían que nos trasladaban de un momento a otro, se murmuraban cosas, nos dábamos aliento: estábamos todos, éramos 17. Fue a la noche. En un momento dado, se abre la puerta y grita uno, no sé quién: ¡O8 vuelve a las cuchas! O8 era yo. Y fue la última vez que los vi”.

Ellos formaron parte de la masacre de Monte Grande. Ella no: era la única embarazada del grupo. “Me volvieron a atar y a mí me agarraron unas ganas de llorar, de gritar, ya no me importaba nada y en ese momento Violeta (Irma Beatriz Sayago) se alcanzó a sacar la esposa y vino a mi cucha con un enorme riesgo y sacudiéndome me dijo: ‘Elena, date cuenta de que sos la única que tiene posibilidades de contar esto’, y eso fue como una paz y ésas son las palabras que tuve en cuenta para resistir y salvar la vida.”

A mediados de mayo empezaron la construcción de la Sala Q. A Elena la llevaron ahí. La hacían trabajar en la Jefatura: limpiar, hacer café, mate y también las ponían a hacer las listas: nombre, nombre de guerra, organización y el nombre en El Vesubio. Durán Sáenz era el jefe pero en ese momento dormía en el CRI (Central Reunión de Inteligencia) en La Tablada. Ella pasó a ser parte de sus propiedades. El 20 de junio era feriado, pero él no se fue como hacía todos los fines de semana a escuchar misa y ver a su familia: “Ese 20 de junio no se fue, yo estaba en la jefatura con Elsa, me dijo que preparara algunas ropas, me iban a trasladar, y me mete en un auto, me lleva al Regimiento de La Tablada, a su cuarto, me viola, me deja todo ese día atada a la cama”.

La dejó sin comer ni beber, atada a la cama. A la noche, dos de los guardias la devolvieron a El Vesubio. A fines de octubre, el embarazo estaba a término. En el centro había preparativos porque llegaba una autoridad de los campos: se hacía limpieza, había corridas y nervios. “¡Si no te salvás hoy que viene el jefe, no te salvas más!”, le dijo algún guardia. El jefe era Guillermo Suárez Mason. Ella se quedó en la Jefatura, escuchó que leían los nombres de la Sala Q, iban uno por uno: “Cuando llegaron a mí, escucho que dicen: ‘La tenemos acá’”. ¿Quiere verla?, le preguntaron. ¿La tabicamos? Suárez Mason la vio a cara descubierta. “Nunca olvidaré la cara de odio”, dijo ella. Suárez Mason le preguntó si sus padres sabían del embarazo, ella dijo que sí. Le preguntó entonces si no quería dejar a su hijo con una familia de militares.

“Para mí fue una pregunta trampa”, dijo Elena. Y recordó su mentira: “No señor, porque yo señor soy de educación católica, hice la escuela en María Auxiliadora y me han enseñado que la cruz tenemos que asumirla”.

La miró. Y le dio “inmediata libertad”.

Salió de El Vesubio alrededor del 2 o 3 de noviembre. Hacía mucho tiempo su médico le había dicho que la fecha probable del parto era un día después.

El testimonio continúa hoy. Elena pidió además que se declare delito de lesa humanidad a la violencia sexual hacia las mujeres.