Mauricio Weinstein |
Diana Austin y Débora Benchoam declararon por videoconferencia desde Estados Unidos. La primera de ellas era compañera de Elizabeth Käsemann y contó que por aquellos años concurrían juntas a manifestaciones de estudiantes.
El 8 de marzo de 1977 iban a encontrarse, pero Elizabeth “no apareció en mi casa”, relató. Tres días después, Diana fue golpeada y secuestrada por una patota que irrumpió en su departamento y se robaron todo “menos la cocina y la biblia hebraica”, indicó. La llevaron a un lugar que no pudo identificar ya que estaba vendada. Allí la bajaron a un sótano y comenzaron a hacerle preguntas y a golpearla: “Evidentemente ella estaba allí, en otra pieza”, dijo, en referencia a Elizabeth.
También relató las conversaciones posteriores que tuvo con el padre de Elizabeth y el rol de la embajada alemana en aquellos tiempos: “le decían que Elizabeth no existía”, contó.
A continuación, Débora Benchoam relató la noche de su secuestro, cuando presenció la ejecución de su hermano. Ella estuvo detenida sin proceso por más de cuatro años y medio. Durante dicho lapso “mi novio Mauricio Weinstein y varios de mis amigos desaparecieron y estuvieron en el Vesubio”, les indicó a los miembros del tribunal.
Débora, su hermano Rubén, Alejandra Naftal, Juan Carlos Martiré y Mauricio eran estudiantes secundarios y parte del auge político de esa época en Argentina: “Nuestro sueño de un país justo y sin desigualdades”, indicó. Con el golpe militar se prohibieron las actividades en los colegios, los centros de estudiantes y también las reuniones de más de tres personas, pero “nosotros continuábamos con los militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES)”, explicó, lo cual era considerado actividad clandestina. Luego se enteraron de los secuestros de varios compañeros y se fueron de sus casas para protegerse. “Yo estaba con Mauricio y pasábamos días y noches en colectivos, en hoteles y varias veces utilizábamos el consultorio de su padre, pero siempre con el terror de lo que podía pasar”, describió la testigo, mientras el papá y la mamá de Mauricio escuchaban en un denso silencio entre el público de la audiencia.
Su hermano Rubén, cansado de ir de un lugar a otro, fue a dormir a la casa familiar el 24 de julio de 1977. La madrugada del 25 de julio, una patota irrumpió y fue directamente a la habitación que Débora y Rubén compartían. “Cuando nos incorporamos a mi hermano le disparan dos tiros y a mi me llevan. Él tenía 17 años y yo 16”, relató la testigo. Luego la llevaron al pasillo con su padre y la esposa de él, donde les vendaron los ojos y los ataron de pies y manos. Mientras se la llevaban de la casa, los secuestradores le repetían una y otra vez que la iban a matar por judía y subversiva.
Un mes después la trasladaron al penal de Devoto, donde permaneció detenida sin proceso alguno durante más de cuatro años y medio. Allí, gracias a una tía de Débora, pudo tener contacto epistolar con Mauricio a través de cartas y poesías sin nombres; él no quiso irse del país. Débora recién se enteró del secuestro de su novio cuando el teniente Sánchez Toranso del I Cuerpo del ejército la interrogó en la cárcel y le dijo que Mauricio le mandaba saludos, que él lo había visto.
Débora contó que cuando estaba por llegar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hicieron un pabellón para menores en Devoto: “éramos 12, todas con el mismo patrón de abuso, violación y tortura atroces”.
Finalmente Débora reflexionó sobre la represión hacia la juventud: “Nuestras actividades secundarias de volanteadas, de pintadas, de bibliotecas populares fueron reprimidas en forma brutal. A nosotros nos desparecieron, nos torturaron, estuvimos detenidos ilegalmente por tiempo prolongado sin ningún tipo de legalidad. Fuimos brutamente perseguidos y singularizados”.
El 8 de marzo de 1977 iban a encontrarse, pero Elizabeth “no apareció en mi casa”, relató. Tres días después, Diana fue golpeada y secuestrada por una patota que irrumpió en su departamento y se robaron todo “menos la cocina y la biblia hebraica”, indicó. La llevaron a un lugar que no pudo identificar ya que estaba vendada. Allí la bajaron a un sótano y comenzaron a hacerle preguntas y a golpearla: “Evidentemente ella estaba allí, en otra pieza”, dijo, en referencia a Elizabeth.
También relató las conversaciones posteriores que tuvo con el padre de Elizabeth y el rol de la embajada alemana en aquellos tiempos: “le decían que Elizabeth no existía”, contó.
A continuación, Débora Benchoam relató la noche de su secuestro, cuando presenció la ejecución de su hermano. Ella estuvo detenida sin proceso por más de cuatro años y medio. Durante dicho lapso “mi novio Mauricio Weinstein y varios de mis amigos desaparecieron y estuvieron en el Vesubio”, les indicó a los miembros del tribunal.
Débora, su hermano Rubén, Alejandra Naftal, Juan Carlos Martiré y Mauricio eran estudiantes secundarios y parte del auge político de esa época en Argentina: “Nuestro sueño de un país justo y sin desigualdades”, indicó. Con el golpe militar se prohibieron las actividades en los colegios, los centros de estudiantes y también las reuniones de más de tres personas, pero “nosotros continuábamos con los militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES)”, explicó, lo cual era considerado actividad clandestina. Luego se enteraron de los secuestros de varios compañeros y se fueron de sus casas para protegerse. “Yo estaba con Mauricio y pasábamos días y noches en colectivos, en hoteles y varias veces utilizábamos el consultorio de su padre, pero siempre con el terror de lo que podía pasar”, describió la testigo, mientras el papá y la mamá de Mauricio escuchaban en un denso silencio entre el público de la audiencia.
Su hermano Rubén, cansado de ir de un lugar a otro, fue a dormir a la casa familiar el 24 de julio de 1977. La madrugada del 25 de julio, una patota irrumpió y fue directamente a la habitación que Débora y Rubén compartían. “Cuando nos incorporamos a mi hermano le disparan dos tiros y a mi me llevan. Él tenía 17 años y yo 16”, relató la testigo. Luego la llevaron al pasillo con su padre y la esposa de él, donde les vendaron los ojos y los ataron de pies y manos. Mientras se la llevaban de la casa, los secuestradores le repetían una y otra vez que la iban a matar por judía y subversiva.
Un mes después la trasladaron al penal de Devoto, donde permaneció detenida sin proceso alguno durante más de cuatro años y medio. Allí, gracias a una tía de Débora, pudo tener contacto epistolar con Mauricio a través de cartas y poesías sin nombres; él no quiso irse del país. Débora recién se enteró del secuestro de su novio cuando el teniente Sánchez Toranso del I Cuerpo del ejército la interrogó en la cárcel y le dijo que Mauricio le mandaba saludos, que él lo había visto.
Débora contó que cuando estaba por llegar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hicieron un pabellón para menores en Devoto: “éramos 12, todas con el mismo patrón de abuso, violación y tortura atroces”.
Finalmente Débora reflexionó sobre la represión hacia la juventud: “Nuestras actividades secundarias de volanteadas, de pintadas, de bibliotecas populares fueron reprimidas en forma brutal. A nosotros nos desparecieron, nos torturaron, estuvimos detenidos ilegalmente por tiempo prolongado sin ningún tipo de legalidad. Fuimos brutamente perseguidos y singularizados”.
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