viernes, 19 de diciembre de 2014

Tibias condenas por los crímenes en el ccd y e El Vesubio

El Tribunal Oral Federal N° 4 sentenció a los genocidas Jorge Crespi, Federico Minucucci, Néstor Cendón y Gustavo Adolfo Cacivio a la pena de prisión perpetua por su participación en el centro clandestino El Vesubio.

Los cuatro represores fueron condenados como co autores de los delitos de privación ilegítima de la libertad, homicidios, violaciones y tomentos. No obstante, el tribunal no hizo lugar a la solicitud de la querella de Justicia Ya!, que solicitó la condena por genocidio, a pesar de que el país ha incorporado tratados que hacen aplicable esa calificación. La decisión de evitar ese encuadramiento excede el plano jurídico. Un plan sistemático de exterminio encabezado por las Fuerzas Armadas que deja un saldo de 30.000 desaparecidos es un genocidio, si es que las palabras aun conservan algún valor. La resistencia judicial a darle ese encuadramiento a los crímenes de la dictadura implican un encubrimiento de la historia de nuestro país.

Por otra parte, el tribunal hizo lugar a la ampliación de acusación solicitada por homicidios, -entre ellos, los de Julio Diego Guagnini, hijo de la fallecida dirigente de familiares Cata Guagnini, y de Luis Pérez, de Vanguardia Comunista-, pero sólo aceptó incorporar dos casos de delitos sexuales de los once que fueron denunciados por los sobrevivientes en el curso del debate.

Por último, el TOF 4 decidió mantener la prisión domiciliaria de Minicucci y Crespi, a pesar de la solicitud de cumplimiento efectivo de condena en cárcel común. Uno de los genocidas acusados, José Faustino Svencionis, falleció pocos días antes del alegato de nuestra querella.

En el campo de concentración El Vesubio, participaron una centena de genocidas. El listado de represores fue entregado por los compañeros ex detenidos desaparecidos sobrevivientes a la Justicia a penas reiniciados los juicios por los crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, entre el primer juicio por esta causa -que tuvo sentencia en 2011- y este que acaba de finalizar, fueron juzgados apenas once genocidas. El juez de instrucción a cargo, Daniel Rafecas, aún no elevó a juicio estas actuaciones por lo que un nuevo tramo de la causa, que se realizará en no menos de dos años.

La justicia a cuentagotas garantiza impunidad.
(apel)

sábado, 29 de noviembre de 2014

Juicio Vesubio II: Alegato de Justicia Ya!

La querella de Justicia Ya! que representa, entre otros, a la Asociación de ex detenidos desaparecidos, la Asociación Anahí y la AGD-UBA concluyó hoy el alegato donde pidió se condene a prisión perpetua por genocidio a Gustavo Adolfo Cacivio, Néstor Norberto Cendón y Federico Antonio Minicucci, en el marco del juicio Vesubio II.

El debate oral fue por 204 casos de compañeros detenidos desaparecidos que estuvieron secuestrados en el CCDTyE EL Vesubio ubicado en Ricchieri y Camino de Cintura.


Los abogados de la querella, Liliana Alaniz (APeL) y Mariano Delli Quadri (CADEP) requirieron condena por genocidio y manifestaron que los delitos sexuales son al igual que la tortura, la desaparición forzosa y el homicidio parte de los delitos que lo constituyeron.

Al mismo tiempo puso de manifiesto que es obligación del estado de dar cuenta de lo ocurrido con cada uno de los compañeros, resaltando que cuenta con las herramientas necesarias para proceder a la apertura de los archivos de la dictadura. “Abiertos los archivos, sabremos, quiénes fueron los responsables, donde están los hijos y qué ocurrió con los compañeros desaparecidos.”

En el cierre, se rindió un homenaje a la compañera Catalina Guagnini, fundadora de Familiares de detenidos por razones políticas y militante del Partido Obrero, quien murió en 2004, sin saber qué fue de su hijo Diego,  caso en este juicio, y en ella a todos aquellos que no cejaron en la lucha.

“Cata Guagnini  abrazó la causa y la militancia organizada en el socialismo revolucionario, mientras desplegaba su lucha decidida por las libertades y contra la opresión dictatorial, que le sustrajo no solo a Diego, sino también a su otro hijo, Luis.

 Pero nunca trazó una línea divisoria entre una y otra lucha. En definitiva, detrás del crimen, de la desaparición y de la tortura estaba un régimen social fundado en la explotación del hombre por el hombre.”, recordó Alaniz.

Destacando que durante la dictadura hubo una militancia activa que la enfrentó, homenajeamos a todos los luchadores obreros, socialistas y revolucionarios y a todos los militantes populares que la combatieron, por la independencia frente al Estado y la lucha contra la cooptación de los movimientos de derechos humanos.

Coronel Cacivio: “Acá yo soy el amo y señor de la vida”

Abrumadores testimonios durante el alegato de la querella por los juicios de lesa humanidad perpetrados en el centro clandestino de detención El Vesubio.

La Querella que agrupa a varias agrupaciones de derechos humanos, el jueves 20 de noviembre, acuso por delito de genocidio y pidió prisión perpetua para los imputados Gustavo “El Frances” Cacivio, Néstor “Castro” Cendón, Federico  Minicucci y Jorge Crespi  por 204 casos de detenidos desaparecidos que pasaron por el centro clandestino de detención y exterminio que se encontraba en Autopista Ricchieri y Camino de Cintura, conocido  como  El Vesubio.
El Vesubio  fue escenario de aberraciones inhumanas, que en un extraño y atroz modo justificaban su accionar en una especie de aleación que  fundía  una supuesta postura ideológica y con la exaltación por la fe cristiana sostenida en el antisemitismo, donde los abusos sexuales contra las jóvenes detenidas se desataban continuamente, representando una forma de exterminio en sí misma. Más allá de que el jefe del Vesubio, el coronel Cacivio, se mostrara en contra de este tipo de abuso “en este lugar no se viola, porque  en este lugar yo busco mantener la vida moral y cristiana. Mataría a quien te violo”, se lo oyó decir frente a una detenida, que había sido tan brutalmente violada que orinaba sangre.
Cacivio era apodado “El Frances” y fue la persona que decidía sobre la vida y la muerte en el Vesubio, era quien  afirmaba “acá yo soy el amo y señor de la vida, así que canta”. La acusación contempla 27 casos de homicidios y 11 casos de abusos sexuales.

Había que destruir por dentro, con la carne no bastaba, era necesario degradar hasta deshumanizar, agudizar la humillación hasta el quebranto, vulnerar todo lo que sea posible vulnerar, con desfigurar los rostros de las mujeres y cubrir de picana y  golpes los cuerpos no alcanzaba, los verdugos debían ir por mas…
“Ustedes son el demoño y por eso las vamos a castigar”, “judía hija de puta que elegís picana o violación?” la voz de la querella detonaba contra los oídos de los presentes. Los testimonios continuaron “si no hablas, va a venir el Oso que es especialista en violación”, “trajeron una jaula con una rata, me la pusieron  en la panza y me dijeron que estaba hambrienta y que si no les daba  un nombre me la iban a meter por la vagina para que me coma por dentro”. Hubo un especial ensañamiento con las mujeres, que en muchos casos sofrieron embarazos y abortos forzados, la violencia sexual era una práctica habitual.
“tenía 12 años, acecinaron a mi madre y me secuestraron. Cuando abusaron de mi estaba transitando mi segunda menstruación”
Los alegatos crudos, soltados por la querella, ocupaban el Salón de Usos Múltiples de los tribunales federales de Comodoro Py 2002, recordando la materialización del espanto perpetrado por el propio Estado Nacional en manos de una dictadura cívico  militar, que combatía eso que  llamaban “la subversión”, mediante tormentos que resultan muy difíciles de emparentar con su tan mentada fe cristiana.

La audiencia fue presenciada por Jorge Watts, sobreviviente del Vesubio, ex militante de Vanguardia Comunista y primer testigo de la querella en los primeros juicios del centro clandestino de detención de La Matanza, en 2010. “Esta es la segunda parte de los juicios del Vesubio y hay una tercera que está en instrucción a cargo del Juez Daniel Rafecas, ahí hay más identificados que aun no están detenidos” marco Watts, quien también afirmo que “ hasta ahora hemos condenado a casi 600 represores, lo que  es muy poco, porque en el país entre el 75 y el 83 funcionaron 600 centros clandestinos de detención, es decir, condenamos a menos de 1 por centro y según nuestras investigaciones hay 20.000 implicados en participación directa, entre fuerzas armadas y fuerzas de seguridad”.

El periplo atravesado por los ex detenidos, sus familiares y los organismos de derechos humanos sufrió numerosos vaivenes durante el transcurso de la democracia, desde los primeros juicios, durante 1983, pasando por las leyes obediencia debida, el punto final y la posterior reapertura de los juicios, a partir de 2003.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Inician alegatos de las querellas por los crímenes cometidos en el ccd y e El Vesubio

Minicucci, uno de los jefes del centro de exterminio El Vesubio
Pedido de prisión perpetua para cinco

Cuatro militares retirados y un ex miembro del Servicio Penitenciario Federal están siendo juzgados por secuestros y torturas a más de 200 víctimas que estuvieron en el centro clandestino de detención que funcionó en La Matanza.

 Por Ailín Bullentini

La querella unificada que comparten el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el equipo jurídico KAOS y los abogados Pablo Llonto y Liliana Mazzea solicitó al Tribunal Oral Federal número 4 que pene con prisión perpetua a cuatro militares retirados y un ex miembro del Servicio Penitenciario Federal por secuestros y torturas cometidos contra más de 200 víctimas en el marco del segundo juicio que se lleva a cabo por delitos de lesa humanidad sucedidos en El Vesubio, centro clandestino de detención que funcionó en La Matanza, corazón del oeste bonaerense. En el alegato también se exigió que se investigue la complicidad del ex capellán del Ejército Emilio Graselli y la comisión de delitos contra la propiedad contemporáneos a las violaciones a los derechos humanos.

“Consideramos que la hipótesis acusatoria que planteamos al requerir la elevación a juicio ha sido corroborada a lo largo del debate: todos los imputados deben ser condenados por delitos de lesa humanidad”, advirtió la querella al iniciar su alegato. La exposición, de más de 100 hojas, recorrió particularidades de algunos entre las decenas de casos representados por la parte, explicó el funcionamiento del centro clandestino y los roles de los imputados en el plan clandestino de represión. Los secuestros, las torturas y tormentos, los delitos sexuales, la discriminación y los homicidios constituyeron una misma “unidad de acción” de los imputados dentro de El Vesubio.

Gustavo Cacivio y Jorge Crespi cumplieron tareas de inteligencia para el Ejército. Crespi, de sobrenombre Teco, fue jefe de esa área en la brigada décima, bajo cuya órbita funcionó El Vesubio, y titular de la Central de Reunión de Información, una base de datos respecto de militantes que unificaba la labor de inteligencia de toda la zona. Cacivio fue jefe del centro clandestino de detención en análisis, pero no fue el único espacio en el que se desempeñó como brazo operativo del terrorismo de Estado durante la última dictadura. Hace un mes fue condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos en La Cacha.

Federico Minicucci y Faustino Svencionis fueron jefes de Area del Regimiento III General Belgrano con asiento en La Tablada. Tuvieron, según el alegato, “responsabilidad directa e indelegable de las actividades” que sucedieron en el marco de la por los genocidas llamada lucha contra la subversión. Svencionis falleció el jueves, pero la querella unificada solicitó condena para él en función del “derecho a la verdad de las víctimas”. Néstor Cendón fue nombrado subayudante con funciones en la Dirección General del Cuerpo Penitenciario y mantuvo ese cargo hasta el cierre del centro clandestino. Su alias era Castro. Para todos, la querella pidió prisión perpetua. Además, solicitó que ordene una investigación sobre la responsabilidad de Graselli en lo sucedido en El Vesubio, así como los delitos contra la propiedad. “De los relatos escuchados en el juicio surge que las casas de las víctimas fueron saqueadas, que en muchas oportunidades se quedaron con las propiedades, que pedían dinero a cambio de la liberación de los familiares que finalmente no se producía”, explicaron desde el CELS.

martes, 11 de noviembre de 2014

"Se pudo probar que Haroldo Conti pasó por El Vesubio"

LA RETAGUARDIA

Lo aseguró la fiscal Gabriela Sosti en diálogo con el programa radial Oral Y Público. Sosti culminó el jueves su alegato en este segundo tramo de la causa Vesubio. Allí se juzga a cinco represores por los delitos de lesa humanidad cometidos contra 204 víctimas. La fiscal contó qué dijo en la audiencia y explicó por qué se detuvo especialmente en el caso del escritor Haroldo Conti. Por este sitio macabro también pasaron Raymundo Gleyzer y Héctor Oesterheld.

El juicio que comenzó el 13 de febrero de este año está ingresando en su última etapa. En su alegato, los representantes del Ministerio Público Fiscal, Alejandro Alagia y Gabriela Sosti, pidieron prisión perpetua para los cinco imputados en este tramo de la causa. Se trata del coronel Gustavo Adolfo Cacivio (jefe del centro clandestino), el ex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón (que pertenecía al Batallón de Inteligencia 601 del Ejército); Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis (ex jefes de área militar); y Jorge Raúl Crespi (ex jefe de la Central de Reunión de Inteligencia, que funcionó en el regimiento de La Tablada). Además los fiscales solicitaron la revocación del arresto domiciliario con el que se encuentra beneficiado Minicucci.

Juzgando a las jefaturas

En diálogo con Oral y Público, la fiscal federal Gabriela Sosti afirmó que estos cinco imputados son apenas un emergente mínimo de lo que fue todo este sistema que todavía no se ha podido terminar de deconstruir: “es un sistema genocida, un proyecto genocida que se manejó a partir de la clandestinidad, por eso somos como arqueólogos trabajando a partir de la hermenéutica, tratando de deconstruir todo eso que sucedió. Lo que ocurre con todas estas causas es que se despliegan a partir de etapas, como si Vesubio hubiese tenido varios momentos, cuando en realidad Vesubio fue un tiempo en particular, la dinámica procesal de la justicia penal hace que haya como tramos Vesubio I, Vesubio II y eventualmente un Vesubio III. Este sería como el Vesubio II donde se juzgan otros represores que co-existieron con los que fueron condenados en el juicio anterior. Lo que logré intentar dar cuenta en este caso es que la instancia Vesubio tuvo que ver con una dinámica global, que no tenía que ver solamente con Vesubio sino con lo que fue la represión en la subzona 11, que incluyó otros centros clandestinos. Vesubio fue apenas un ejemplo de la represión de esa zona que tenía como objetivo destruir y aniquilar a la columna sur de Montoneros”.

Sobre la labor que debe llevar adelante la fiscalía al momento de alegar en un juicio que involucra una causa con tramos anteriores que ya han recibido sentencia, Sosti explicó: “en este juicio, por ejemplo, había que desplegar la misma cantidad de hechos, la misma plataforma fáctica, que en el juicio anterior fue probado. Pero la sentencia de Vesubio I no está firme, esta es una cuestión procesal con lo cual en la medida que una sentencia no esté firme uno tiene que volver a probar. Entonces eso técnicamente hay que volver a trabajarlo”.

De todos modos, la fiscal remarcó que lo que sucedió en este segundo tramo es que se dio otra dimensión simbólica en muchas cuestiones: “se trabajó sobre lo ya construido, sobre lo ya acreditado pero hubo otras cuestiones que acreditar, fundamentalmente la imputación de estos nuevos imputados que tiene una dimensión completamente diferente a los imputados en el juicio anterior, donde se condenaron a los guardias de Vesubio, a la gente que estaba todos los días dentro del centro clandestino controlando la situación de los secuestrados. En este caso, los cinco imputados tuvieron una función completamente diferente dentro del plan genocida, muy distinta al otro juicio, por eso es que este es un juicio muy diferente al anterior, con las mismas víctimas, algunos casos nuevos, pero con una imputación muy diferente porque eran jefes de área, jefes de inteligencia, jefes de centros clandestinos”.

El alegato como creación de sentido

Entre las 204 víctimas cuyos casos fueron elevados a juicio en este tramo, Sosti evocó especialmente el de Haroldo Conti durante su alegato: “en los inicios de los alegatos trato de dar cuenta de qué se trató el genocidio, hacia qué lugares apuntaron. El genocidio tuvo como designio fundamental modificar bases estructurales de la sociedad, económicas, morales, intelectuales, y cargaron contra todos, contra los militantes políticos pero también contra nuestros generadores de cultura. En Vesubio desaparecieron tres sujetos emblemáticos: (Héctor) Oesterheld, (Raymundo) Gleyzer y (Haroldo) Conti. En este juicio fue la primera vez que se pudo probar el caso de Conti dentro de Vesubio. Yo la verdad que no tengo mucha conciencia de cuál fue la repercusión de esto, de que Haroldo Conti fue un caso de Vesubio y quiénes fueron los que se hicieron cargo de la destrucción de lo que significaba Conti. Traté de dedicarme a intentar dar cuenta de quién era Haroldo Conti y de qué se trataba su desaparición. Los juicios orales suelen ser cámara de ecos, no sé qué función ha tenido este juicio, y qué trabajo pude haber hecho yo para que esto tuviera un eco social, porque no sé si mucha gente sabe quién era Haroldo Conti, qué significaba y por qué lo secuestraron. Cuando lo fueron a secuestrar a su casa, a Haroldo Conti le preguntaron por su novela ‘Mascaró, el cazador americano’, sería importante que alguien lo lea, si no lo leyeron, y vea de qué se trata esa novela. Así van a entender la lógica de la represión y a quién perseguían estos sujetos”.

Para Gabriela Sosti, el alegato no es solo un trabajo técnico penal, sino también un espacio de creación de sentido, por lo que -a pesar del tiempo acotado que tiene para explayarse en las audiencias- intenta dar cuenta allí no solo de lo que padeció el compañero secuestrado dentro de un centro clandestino: “todos sabemos que fueron torturados, pero trato de mostrar lo que fue su vida y el aporte que fue haciendo a su sociedad, militando, militando por amor, militando como militaban en ese tiempo, yo traté de dar cuenta de algo de lo que fue Haroldo Conti, no sé si eso puede ser importante para una condena, pero es importante que sea escuchado”.

Fuentes inagotables

Durante la entrevista con Oral y Público, Sosti adelantó que existen elementos para que próximamente se eleve a juicio oral un tercer tramo de la causa Vesubio: “lo que sucede en la etapa de instrucción de estos casos es que quedan demasiadas cosas afuera, y lo que sucede a veces en los juicios orales que tienen la virtud de la inmediación es que aparecen montones de elementos y es necesario que se extraigan testimonios y se investiguen en instrucción, con lo cual es una fuente inagotable. En esta etapa del juicio nos manejamos con 204 víctimas, pero hay muchas más y con el tiempo y a partir de la sucesión de estas causas lo que pasa es que la gente empieza a aportar sus datos, a dar testimonio y estos juicios en algún sentido son inagotables. No tienen plazos, con lo cual puede haber un tercer Vesubio, un cuarto… Por otro lado, esto puede ocurrir también en la medida en que se pueda deconstruir quiénes fueron los represores, porque lo que pasa es que tenemos que estar con una caña de pescar tratando de ubicarlos, no es fácil”.

Sin embargo, la fiscal destacó que es importante que se sepa el espacio simbólico que tienen los juicios por delitos de lesa humanidad como dimensión de construcción de realidad: “sobre todo para las nuevas generaciones; hay datos nuevos que constantemente van apareciendo y que implican la necesidad imperiosa de reconstruir la historia y uno permanentemente se sorprende, y estas causas son reveladoras en ese sentido porque la historia no la conocemos y estos juicios lo que hacen es deconstruir y reconstruir esa historia”.

Tras el alegato de la fiscalía, sigue el turno de las querellas y luego de las defensas, por lo que Sosti cree que es posible que el Tribunal Oral Federal 4, compuesto por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández, dé a conocer el veredicto a mediados de diciembre de este año.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Ampliamos acusaciones por homicidios y delitos sexuales

El 4 de septiembre con la querella de Justicia Ya! formulamos la ampliación de acusación contra los  genocidas Gustavo Adolfo Cacivio, Néstor Norberto Cendón, Faustino Svenciones y Federico Minicucci que están siendo juzgados en este segundo tramo del juicio por los crímenes cometidos en el campo de concentración El Vesubio.

El objeto de la presentación es que los genocidas respondan no sólo por los delitos de tormentos y privación ilegítima de la libertad por los que llegaron a la instancia de juicio oral, sino también por los homicidios de 26 compañeros -entre ellos, el de Diego Guagnini, hijo de nuestra compañera Cata Guagnini- y por los delitos sexuales cometidos contra una veintena de compañeras cautivas en el Vesubio. Estos crímenes fueron revelados en el curso del juicio oral a través del testimonio de familiares y sobrevivientes.

La fiscalía, conducida por Alejandro Alagia, solamente amplió por tres homicidios y tres abusos sexuales por considerar que fueron los casos que se ajustan a los requisitos exigidos por el código procesal. Mientras nuestra querella pretende no quitar del universo a ser juzgado los crímenes en los que se tiene conocimiento por haberse hallado los cuerpo o bien porque algún compañero fue testigo del asesinato –porque vio el cadáver de la víctima, por ejemplo- , la fiscalía limita esta posibilidad, aún cuando de sus propios argumentos debió haber ampliado por todos los casos. El planteo de la fiscalía conduce a que el juzgamiento de esos crímenes sea diferido a otro juicio, para el cual habrá que esperar varios años, luego de casi cuatro décadas de impunidad.

La fragmentación surge desde la misma instrucción de los juicios de lesa humanidad. Rafecas, el juez a cargo de la investigación de El Vesubio, no permitió elevar a juicio homicidios que eran conocidos por haber sido recuperados los cuerpos por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Los tecnicismos empleados por los jueces redundan en una extorsión para los querellantes, familiares y organismos de derechos humanos, ya que la única manera de subsanar esta situación es pedir que no se inicien los juicios porque la instrucción  -la etapa preparatoria- no está completa, lo que dilata más aún los juicios. 

El tribunal Oral Federal N° 4 oyó los fundamentos de las partes y recibirá declaración a los cuatro genocidas. Ahora resta esperar por cuáles casos hará lugar a la ampliación de acusación.

La ampliación de las acusaciones como también evitar que los juicios sigan siendo fraccionados, con instrucciones eternas que afectan los derechos de las víctimas, convidado de piedra del sistema penal y garantiza la impunidad de los genocidas, solo ser revertirá con una decisión política de Estado de proceder a la apertura de los archivos y no solo valerse de el aporte de sobrevivientes, víctimas y organismos de derechos humanos.

miércoles, 11 de junio de 2014

Mansión Seré: dos hermanas contaron cómo eran las redadas policiales

Susana y María Cecilia vivían en el barrio Pujadas de Morón. Contaron que allí, una vez por semana, la policía realizaba detenciones arbitrarias. Son hijas de la militante desaparecida María Cecilia Almada. Susana, además, estuvo secuestrada y reconoció a dos de los ocho imputados.

Por: Juan Manuel Mannarino

En el circuito represivo del Oeste, durante la última dictadura cívico militar, el centro clandestino “Mansión Seré” fue el centro neurálgico. Funcionó articulado con la Primera Brigada Aérea de Palomar, la VIIª Brigada Aérea de Morón y las comisarías de Castelar, Haedo, Moreno y la 1ª de Morón. En la audiencia de hoy, declararon Susana Ávalos, que estuvo secuestrada, y su hermana Cecilia, que no fue detenida pero declaró varias veces ante personal policial. La madre de ambas, María Cecilia Almada, también fue secuestrada y está desaparecida. Sobre este caso, prestaron testimonio y dieron detalles de las redadas policiales en el barrio Pujadas de Morón, donde vivían.

 “Mansión Seré” era una vieja casona estilo europeo de dos plantas ubicada entre las localidades bonaerenses de Ituzaingó y Castelar. Susana Ávalos fue secuestrada a sus 18 años en la Primera Brigada Aérea de Palomar y en la Comisaría Tercera de Castelar. Allí se cruzó con su madre, que fue detenida el 16 de octubre de 1976, un mes antes que ella. Madre e hija compartieron cautiverio durante un mes. El detalle de los testimonios radicó en que señalaron a “Mansión Seré” como centro transitorio de tortura. Susana explicó que en noviembre de ese año fue trasladada hacia ese lugar, donde fue sometida a violaciones y vejámenes de todo tipo, y que luego regresó a su centro de detención. Es decir: que Mansión Seré recién empezó a funcionar como centro clandestino en diciembre, y que meses antes, para los represores, fue un lugar de tránsito.

Tanto Susana como Cecilia Ávalos declararon por primera vez en un juicio por delitos de lesa humanidad. Dijeron que estaban esperando esta oportunidad hace 38 años. A la hora de recordar a su madre, comentaron que había sido secuestrada cuando tenía 50 años y que era militante peronista. Que vivían en el barrio Pujadas, lindante a la Villa Carlos Gardel, en la localidad de Morón.

Susana fue violada varias veces. Reconoció a dos de los ocho imputados como los que la interrogaron en los centros clandestinos: el ex cabo y ex auxiliar de la Fuerza Aérea, Héctor Oscar Seisdedos, y el ex cabo Daniel Alfredo Scali. Dijo que fue liberada pero que una vez por semana debía concurrir al Hospital Posadas a declarar sobre si realizaba actividades políticas. Y que su madre fue derivada hacia el centro clandestino “El Vesubio”. En diciembre de 1976 fue la última vez que la vieron con vida.

Al declarar sobre los operativos policiales en el barrio Pujadas –que debía su nombre como homenaje a uno de los presos fusilados en Trelew en 1972-, revelaron que la Fuerza Área hacía redadas una vez por semana y realizaba detenciones arbitrarias. En aquella época vivían diez mil personas  y el barrio era centro de actividades políticas: no sólo de la resistencia peronista sino también de la militancia comunista y socialista. Allí fueron detenidos, entre otros, los padres de Victoria Donda: es uno de los 97 casos que se tratan en este juicio.

miércoles, 4 de junio de 2014

Perfil de Gustavo Cacivio El Francés, un represor que escuchaba música clásica en la tortura

El juzgado federal de instrucción 3, de Daniel Rafecas, dictó su procesamiento como jefe del centro clandestino "El Vesubio". Unos meses antes había sido detenido por su rol en "La Cacha". En ambos juicios se buscará probar si "El Francés", que comandaba tanto los interrogatorios como las operaciones de infiltración de las organizaciones guerrilleras, es Gustavo Adolfo Cacivio.

Por: Laureano Barrera

El “Francés” –un hombre alto, fornido, de bigote recio, que no alcanzaba los cuarenta años- puso la cinta en el pasacasete. Sonrió por unos segundos, cuando empezó a sonar una ópera, o tal vez una sonata o una sinfonía. Después se puso serio y apagó el reproductor.

–¡Este ya lo trajiste tres veces!- gritó enfurecido.

Le tiró el casete en la cabeza a Néstor Cendón, un penitenciario que había estado preso en Caseros por robo y le habían dado la opción de “regenerarse” integrando la patota. Él y los demás salieron de la casa sin congraciarse con el jefe de “El Vesubio”. Siempre que salían a “chupar” gente, “reventaban” una casa y se llevaban las cosas de valor, tenían la previsión de separar para él los discos o casetes de música clásica.

“El Francés era un tipo muy culto, que andaba siempre perfumado y le gustaba la música clásica: la patota le llevaba discos y casetes robados y él los escuchaba en el chupadero”, rememora 36 años después Jorge Watts, en diálogo con Infojus Noticias. El testigo, de memoria prodigiosa, sobrevivió 53 días en El Vesubio y siete largos meses en dos cárceles a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

En agosto de 2010, después de un año de cotejar pruebas y testimonios, la justicia federal concluyó que el “Francés” era el coronel retirado Gustavo Adolfo Cacivio. El juzgado federal de instrucción 3, de Daniel Rafecas, dictó su procesamiento como jefe del centro clandestino desde enero hasta septiembre de 1978, la tercera y última fase operativa del campo de concentración en el que fueron fusilados y desaparecidos más de mil personas. La Cámara de Apelaciones confirmó la medida.

En ese momento, estaba juzgándose –luego serían condenados- a siete generales y guardias de los dos primeros años de funcionamiento del centro clandestino, entre 1976 y 1977. El jefe anterior, Pedro Durán Saenz -alias “Delta”-, murió el 6 de junio de 2011, un mes antes de la sentencia. A fines de 1977, los generales del Primer Cuerpo decidieron su reemplazo: no porque violara a las detenidas, sino porque una de ellas –aprovechando un descuido- telefoneó a su casa y habló con su esposa. El asesino cayó en una depresión y tuvieron que hacerle un lavaje de estómago en el Hospital Militar para salvarlo del frasco de pastillas que se había tomado.

El Francés lo reemplazó con apenas 34 años, y ningún sobreviviente ha podido olvidarlo. Ahora, además de juzgar a los ex coroneles Jorge Raúl Crespi, Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis, y al ex penitenciario Cendón, el Tribunal Oral Federal N°4 -integrado por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández- deberá dilucidar Cacivio integra el banquillo de los sospechosos junto para dilucidar si el nombre y el apodo hablan de la misma persona.

La Cacha

Y sin embargo, Cacivio no fue detenido por su presunta gestión funeraria al frente de El Vesubio. La justicia federal de La Plata, que también le seguía los pasos, se anticipó y lo detuvo el 20 de febrero de 2010 entre un grupo de doce policías, penitenciarios y agentes de inteligencia que habían operado en La Cacha. El juez Manuel Blanco puso el acento en el rol vital del Destacamento de Inteligencia 101 en el funcionamiento de ese campo de concentración de las afueras de La Plata.

Cacivio era un capitán de Infantería incorporado a la Centra de Reunión de Información (CRI) de ese destacamento el 23 de diciembre de 1975, después de haber hecho el curso número 5 “Técnico de Inteligencia” en la escuela de Inteligencia del Comando de Institutos Militares del Comando General del Ejército, del que había egresado con “Aptitud Especial de Inteligencia”. En 1977, sus tres jefes en el Destacamento lo consideraron “uno de los pocos sobresalientes para su grado”. “Quienes tenían la condecoración de ‘aptitud especial de inteligencia’ eran quienes diseñaban los interrogatorios: elegían las preguntas y las maneras de preguntar, analizaban esa información y decidían qué seguía, aunque no implica en modo alguno que no pudieran manejar la picana”, graficó a esta agencia una fuente judicial que ha estudiado los protocolos durante la dictadura de la inteligencia militar.

Durante 1977, El Francés estuvo dedicado a operaciones de infiltración de las organizaciones guerrilleras en La Plata, logrando la “colaboración” de algunos secuestrados a fuerza de torturas, amenazas de muerte y promesas de liberación que nunca cumplió. Para esas operaciones -que incluyeron un régimen enloquecedor de visitas entre los secuestrados y sus familias- utilizó como base la Brigada de Investigaciones y el nombre de cobertura “Federico Asís”. A fines de 1977, cuando ya no servían esas simulaciones demenciales, les pidió muchos dólares a las familias para sacar a los secuestrados del país. Todos fueron asesinados.

El ex detenido Ricardo Victorino Molina, un delegado de la fábrica Kaiser Aluminio secuestrado en su casa el 14 de abril de 1977, vio al Francés comandando el rapto. Llevaba una campera de buzo, botas y ropa de combate. Era rubio, alto, de pelo corto y tenía “una voz muy imperiosa” y “metálica”, que volvió a oír en la sala de torturas de La Cacha dirigiendo el interrogatorio.

Unos días antes de que lo llevaran a la comisaría 8va de La Plata para empezar a legalizar su detención, el Francés lo llevó a una casa rodante que estaba fuera del edificio principal, y le pidió que se levantara la venda:

- Mirame a la cara, yo soy el que te detuve, el que te secuestré y torturé, mirame bien porque si nos encontramos en la calle, tirame primero porque sino te voy a tirar yo.

Pocos días después, lo llevó desde la Cacha a la Brigada de Investigaciones a ver a su mujer Liliana Galarza que había parido a su hijo en cautiverio. “Soy yo”, les dijo, simplemente, a los guardias de la entrada.

Ahora, Cacivio debe repartir sus excursiones semanales de la cárcel a los estrados de la justicia federal entre La Plata y Comodoro Py: los miércoles y los viernes ocupa el banquillo por los crímenes de La Cacha; los jueves por el juicio Vesubio II.

Vesubio

El Vesubio era un predio pensado para el recreo de la oficialidad penitenciaria que empezó a operar como centro clandestino a mediados de 1975 en el cruce del Camino de Cintura y la autopista Ricchieri. Eran tres chalets coloniales de tejas rojas: en uno vivían los represores y se reunía la Central de Reunión de Inteligencia –que manejaba el campo-, en otro estaban las salas de tortura, y en el tercero los secuestrados. Por último, había una habitación prefabricada llamada la sala Q: muchos conjeturan que el nombre se debía a que ahí estaban los detenidos “quebrados”, que tenían más comida y cigarrillos.

La participación de “El Francés” en la ruta de la desaparición era completa: comandaba algunos secuestros, participaba de casi todos los interrogatorios y decidía quién sobrevivía y quién no. Tanto tiempo después, en el proceso que se lo enjuicia, ya no cultiva esa vanidad. Más bien lo contrario. El 15 de mayo, después de recordarlo “elegante, culto, cristiano”, Alejandra Naftal dijo “creo que lo estoy viendo, allá en el fondo. El señor que me esquiva la mirada. Yo recuerdo  su cara, como un dibujo tridimensional”. Siete días más tarde, Adrián Brusa contó que tuvo tres conversaciones con él sin la capucha. Mirando a Cacivio, dijo: “es una cara que no me olvidar más, está ahí. Es el ‘Francés’”.

En la última audiencia, el jueves pasado, Jorge Watts relató ante el TOF 4 las penurias que pasó ahí.

–En un momento me pusieron un caño redondo en la boca, y como la electricidad contrae los músculos, me rompí todos los dientes de arriba mordiendo el metal. Sentía como se rompían uno por uno, lo único que podía hacer era escupirlos para no tragarlos- relató.

Watts, que actualmente dirige Memoria Abierta y entonces militaba en Vanguardia Comunista, afirma que cuando los interrogadores no conocían bien a la víctima –como era su caso-, buscaban en las sesiones interminables de tormentos, dos cosas: “que te autoincriminaras, por eso muchas veces te preguntaban lo mismo, y que cantaras a compañeros”.

A mediados de septiembre de 1978, con los rumores de la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (Cidh), los jefes del El Vesubio decidieron desmantelarlo. El Francés arengó como si fuera parte de un Comando Anticomunista

Sobre el final de su alocución, mirando hacia donde estaban los imputados, Watts dijo:

–Yo quiero decirle a los jueces de este tribunal y a todos los presentes en la sala: la inteligencia de estos criminales no era la de Sherlock Holmes, sino la de Jack El Destripador.

jueves, 20 de febrero de 2014

Genocidas que actuaron en Vesubio. Difundir por favor, porque seguramente estuvieron en otros ccd y e

Federico Antonio Minicucc, iex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón. y Faustino José Svencionis, ex Oficial de Inteligencia del Ejército Gustavo Adolfo Cacivio.
 
Este jueves ha comenzado el segundo juicio oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio conocido como "Vesubio", que funcionó en Camino de Cintura y Riccheri. Por los hechos cometidos durante la última dictadura cívico militar contra 204 personas se juzgará al los ex Coroneles Jorge Raúl Crespi, Federico Antonio Minicucci y Faustino José Svencionis, ex Oficial de Inteligencia del Ejército Gustavo Adolfo Cacivio, y al ex agente penitenciario Néstor Norberto Cendón. La primera audiencia tendrá lugar en la Sala AMIA de los Tribunales Federales de Comodoro Py, desde las 9:30 horas.

En 2011, en el primer juicio oral por los crímenes en ese ex Centro Clandestino, fueron condenados a perpetua por crímenes en "El Vesubio" los genocidas Héctor Gamen (ex general) y Hugo Idelbrando Pascarelli (ex coronel). Mientras que recibieron sentencias menores: Ramón Antonio Erlán condenado a 20 años y seis meses de prisión; José Néstor Maidana a 22 años y seis meses de prisión; Roberto Carlos Zeolitti a 18 años de prisión; Diego Salvador Chemes a 21 años y seis meses de prisión; Ricardo Néstor Martínez; a 20 años de prisión. El asesino Pedro Alberto Durán Sáenz murió impune el 6 de junio de ese mismo año.

El juicio estará a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4, integrado por los jueces Néstor Costabel, Horacio Barberis y Eduardo Carlos Fernández.